lunes, 20 de septiembre de 2010

GRACIAS JUANES: "JUANISTAS" OCTUBRE DEL 2009 EN MIAMI




¡Gracias Juanes!
2009-9-27

Los abajo firmantes, deseamos hacer público nuestro agradecimiento a
Juanes por su expresión de amor al pueblo cubano. Igualmente compartimos las opiniones a continuación de nuestras firmas, de tres compatriotas nuestros.

Humberto G. Esteve
Pedro L. Guerra
Marcelino Miyares, Miami, Florida
Mickey Garrote, Palmetto Bay, Florida
Oscar Peña, Miami, Florida
René Hernández Bequet, Kendall, Florida
Arnoldo Muller, Miami, Florida
Carlos Manuel Estefanía, Estocolmo, Suecia
Carmen Gamoneda Artiles, Miami, Florida
Eduardo Ojeda Camaraza, Miami, Florida
Juan Antonio Blanco Gil, Ottawa, Canadá
José L. Martel-Álvarez, Miami, Florida
Tony García, Miami, Florida

Si desea firmar deje saber su nombre, apellido y lugar donde reside al siguiente correo electrónico:
nuevaondacuba@gmail.com

Diario Las Américas
23 de septiembre de 2009
Una ráfaga de aire fresco recorrió La Habana
Por Uva de Aragón

Por décadas en Cuba se ha utilizado un lenguaje bélico. Hasta los intercambios de ideas son batallas. Ya sea contra los mosquitos o las antenas parabólicas, siempre se están librando guerras. El domingo pasado en La Habana, Juanes y los artistas que lo acompañaron le cantaron a la paz.

Por décadas, Cuba fue oficialmente un país ateo. En su concierto, Juanes les puso el micrófono a los cubanos para que corearan con él “A Dios le pido”.

Por décadas la familia cubana ha estado separada. Olga Tañón le llevó un recado de Miami a Niurka, una mujer anónima allí en la Plaza, cuyo padre no había podido besarla en 20 años. Y todos los que lo escuchábamos en ambas orillas pudimos entender ese drama humano como una metáfora de un país dividido. Por si alguien no lo comprendió, Juanes gritó que la familia cubana era una.

Por siglos ha habido cubanos presos injustamente. Los hubo durante la colonia española, el Machadato, la dictadura de Batista y en grandes números a partir del 1 de enero de 1959. Los hay ahora. También a ellos les cantó Juanes, como cantó a los secuestrados en las selvas de su Colombia natal.

Por décadas los cubanos han oído un discurso monocorde y oficialista. El pasado domingo escucharon un mensaje de cambio, amor en vez de odio, unión de la familia, tolerancia, esperanza en la juventud. Vibró la música; se acallaron las consignas. El pueblo tomó la Plaza. Bailó y cantó a su antojo Agitó los brazos y los pañuelos. Se bebió las canciones y el amor que llevaron los artistas. Los “muchachos” se sintieron protagonistas. Aquello era para ellos y de ellos. Una joven comentó que le habían devuelto su dignidad.

Vi el concierto por televisión en mi casa. Entre canción y canción hablaba con mis hijas, ambas igualmente emocionadas. Hubiera querida estar en La Habana esa tarde, junto a mi pueblo, cantando con ellos a la libertad. Al día siguiente llamé a mi familia en Cuba y supe que muchos en Miami habían hecho lo mismo. Querían comentar la experiencia compartida de haber disfrutado, en Cuba o en la diáspora, el mismo concierto dirigido a todos los cubanos. No cesan de llegarme mensajes electrónicos de amigos en la Isla igualmente entusiasmados.

Claro que no estaban todos los que son y quizás no sean todos los que estaban. Incluso en el público faltaban opositores a los que no dejaron llegar. Como tantos, sueño con un concierto que incluya a Willie Chirino, Gloria Estefan, Albita, Olga Guillot, Marisela Verena, Gorki, Pedro Luis Ferrer y muchos más. Pero el concierto de Juanes ha hecho que ese día esté más cerca.

Naturalmente que no ha cambiado nada en Cuba. La responsabilidad de esos cambios hacia la Cuba mejor que tanto queremos no es de un cantante colombiano sino de todos los cubanos. Pero yo sentí, pese a las altas temperaturas, que una bocanada de aire fresco recorría La Habana y llegaba hasta mi propia casa. No creo que en la historia de Cuba haya habido un concierto semejante. La música, decía el compositor Sindo Garay, es el arte que más une a los pueblos. Para unirnos y no dividirnos debería servir el concierto de Juanes.

Comprendo, respeto y comparto el dolor de los cubanos en el exilio, pero ese dolor no justifica querer negarles a los de la Isla una tarde de música y baile. ¿O es que se puede contonear el cuerpo en el Festival de la Calle Ocho de Miami pero no en la Plaza de El Vedado? Conciliar la historia es gigantesca labor que tendremos algún día que enfrentar, por lo que conviene que antes aprendamos, ya no solo a dialogar, sino a cantar juntos.

Yo, al menos, desde mi casa, estuve en La Habana con mi pueblo el domingo. Gracias, Juanes. A Dios le pido muchos conciertos más, que la música no sólo une, sino ayuda a sanar las heridas. Nos hace falta esa paz sin fronteras que predicas. Basta ya de violencia y odio. Aprendamos de una vez a cultivar con amor la rosa blanca martiana.

El Nuevo Herald
25 de septiembre del 2009
El exilio habló y Cuba bailó
Por Carlos A. Saladrigas

Tras meses de controversia, Juanes concluyó su concierto repitiendo ``Cuba Libre' dos veces y gritando emocionado que ``hay una sola familia cubana'. También cantó una nueva (al menos nueva para mí) canción que alude a los vientos del mar que traen ``libertad'. Olga Tañón pregonaba que ``era hora de cambiar', mientras hablaba de una familia cubana dividida hace más de veinte años. Los orishas cantaron una condena a la demagogia y Juanes le envió un saludo afectuoso a ``Silvio el Libre', dirigido al hijo disidente de Silvio Rodríguez.

Al buen entendedor pocas palabras. En una dictadura represiva pocas cosas se pueden hablar con claridad, pero mucho se dijo este domingo. Juanes no defraudó al exilio ni a la oposición. El dijo júzguenme después, júzguenme por los resultados. Y ya concluido el concierto, es apropiado hacerlo, en vez de anticipadamente como muchos han venido haciendo desde que se dio a conocer la idea del concierto.

Para algunos en el exilio que se opusieron al concierto, nada los hubiera hecho cambiar de opinión ni los hubiera satisfecho. Estos criticaron también la visita del Papa y aún hoy la siguen criticando. Si bien es cierto que a la mañana después del concierto nada cambió en Cuba, ya que el régimen sigue en el poder y los presos políticos siguen injustamente en sus prisiones, esa es una aseveración poco precisa y constituye un estándar muy alto para exigir y juzgar las iniciativas y eventos que ocurran en Cuba. Usando ese estándar, todo lo que el exilio hace y ha hecho ha sido un fracaso rotundo. Es más, aceptar ese estándar inevitablemente nos estanca en el inmovilismo, ya que prácticamente nada llenaría ese requisito.

Hay un estándar mejor para medir la efectividad de estos eventos e iniciativas y que responde a la realidad de Cuba. Este debe servir a tres objetivos fundamentales que son:
• ¿Contribuyen a la reunificación de la dividida familia cubana?
• ¿Abren espacios, ventanas y oportunidades para el pueblo cubano y para la oposición?
• ¿Ponen el enfoque en el pueblo y en su bienestar?
Una de esas grandes oportunidades fue el enfoque de la prensa mundial sobre este evento. En las historias de otros regímenes totalitarios, siempre se añoraban oportunidades como esta de haber tenido cientos de reporteros recorriendo las calles de La Habana, viendo por sus propios ojos la realidad cubana y hablando con gente en las calles y con los mismos disidentes. Ya veremos aparecer reportajes y artículos en las próximas semanas y meses.

También fue una gran oportunidad de prensa para el exilio. Se habló mucho del reclamo solidario de todo un pueblo: que en Cuba se violan los derechos humanos, que hay cientos de presos políticos, y que el régimen escoge qué cubanos pueden o no entrar y salir de Cuba. Pero a la vez otros lanzaban un mensaje de odio y con lenguaje y simbolismos idénticos a los que usa el mismo régimen cuyas atrocidades denunciamos. El tiempo nos dirá si supimos aprovechar esta preciosa oportunidad con sabiduría o si la aplanadora de Vigilia Mambisa arrasó con nuestra imagen y con nuestro mensaje.

Pero además, algo muy importante se hizo evidente con este concierto y es la creciente desconexión entre el exilio y el pueblo cubano. Casi un millón de cubanos, en su mayoría jóvenes, fueron al concierto y terminaron desbordados de agradecimiento a Juanes. Fue un número mayor de personas de las que jamás asistieron a la gran mayoría de los ya olvidados y maratónicos mítines políticos. La alegría de ese pueblo era palpable en sus rostros, formando un contraste diamétrico con aquellos rostros taciturnos que se podían apreciar en las interminables marchas. Fue un momento de asueto, de alegría y de recreo para un pueblo que pocas oportunidades tiene de hacerlo.

El régimen siempre ha procurado presentar que él y el pueblo son uno y lo mismo. Y necios del exilio le han hecho eco. La gran lección aquí ha sido que el pueblo votó con sus pies, y que no es sostenible para la oposición enajenarse de ese pueblo y tratar de bloquearles las oportunidades de apertura y de despejo que se les presenten. El pueblo no es lo mismo que el régimen y esa debe ser el mantra que rija nuestras posturas y comportamientos.

Así me dijo una persona este domingo: ``El exilio habló y el pueblo bailó'. Cada cual hizo lo que pudo y algo cambió en Cuba. Pasito a pasito se llega a Roma.

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