sábado, 23 de diciembre de 2017

jueves, 14 de diciembre de 2017

PEPITO

DR. JOSE SANCHEZ BOUDY
"PEPITO"
CONCIENCIA DEL EXILIO HISTORICO CUBANO

sábado, 9 de diciembre de 2017

NOVELA

@Manuel Prieres

NOVELA
Por @Manuel Prieres

Una novela que me costó 10 años terminarla:"Senderos de Rocío y Sal'" Período 1985-1995 - en un lugar de Westchester-Miami.

UN día te sientas a la mesa de trabajo sin estar muy seguro de lo que quieres. En un principio ni remotamente te pasa por la cabeza -porque no eres Dios- hasta dónde te llevará esa necesidad incipiente de dar los primeros pasos literarios. ¿Quizás la urgencia de hacer trascender las vivencias ocurridas alrededor de uno? ¿A lo mejor enriquecer la historia, revisarla, desagraviarla? ¿O tal vez pura aventura? Quién sabe.

Lo cierto es que comienza algo único en la vida de cualquier ser humano: escribir una Novela. Cientos de cuartillas a mano primero y pasadas a maquinilla después, centenares de miles de palabras, imágenes tras imágenes capturadas, diálogos tras diálogos, narraciones en segunda y tercera persona, a la vez que aflora continuamente le desazón personal, mientras está siempre presente la corazonada que la conclusión es pura ilusión y que nunca podrá consumarse para después trascender. Zozobra. Es cierto. Pero también un delicioso placer experimentado casi imperceptiblemente al notar el creador -aunque sea en bruto todavía- cómo se avanza palabra a palabra, oración a oración, capítulo a capítulo.

Y qué decir de ese ejercicio habitual casi ceremonioso en la captura al vuelo de ideas, pensamientos, metáforas...que irán configurando paso a paso las siluetas, los paisajes, ese a fin de cuentas leit motiv que los entendidos, terminado el producto, llaman "obra".

Si. Enclaustramiento en el interior de una habitación, que lo aísla a uno del mundo exterior y lo ayuda a ir logrando darle forma, sentido y trascendencia al hecho de haberse detenido en la vida azarosa veinte años atrás. Tentado, tantas y tantas veces, de abandonarlo todo y -como dice la canción- "volver a la realidad". Sin embargo, ya uno no puede sustraerse a pesar de mil escollos, piedras en el camino, incomprensiones, materialismos, envidias, depresiones, crisis económicas que amenazan con tirarlo a la calle, palabras al oído intentando aconsejar: "¡Chico, abandona esa locura! No eres Tolstoi con su fortuna y su despensa llena para estar ocho años trabajando en La Guerra y la Paz; desiste, huye de esa absurda idea de inmortalizar cientos de cuartillas". Pero lo dicho: ya no puede uno escapar a esa especie de adicción que se apodera del novelista, intensificándose más y más al advertir que la obra avanza y va adquiriendo lentamente algún tipo de forma y sentido.

Por la senda innovadora experimenta el autor sinnúmeros de lances que enriquecen y laceran a la vez. La angustia, por ejemplo, de no saberse cuándo concluir; al mismo tiempo la satisfacción única de presenciar desde primera fila cómo en el escenario creado por él...van adquiriendo vida personajes tras personajes, que conforman estereotipos y a veces -algunos- hasta se enfrentan a su propio creador reclamándole para sí identidad y personalidad propia. Algo inverosímil, cierto, pero uno de los tantos rasgos mágicos en el reino de la narrativa.

Novela. Dícese que es el género donde se alcanza madurez literaria. Dícese que el novelista tiene que "escribir sobre la fatiga". Dícese que lo más angustioso en el narrador es la necesidad de mantener continuidad y cohesión contra vientos y mareas; algo que no necesariamente sucede en la poesía, el cuento, el teatro, el ensayo, cuyas reglas son otras.

Sin embargo, dícese también que existe otra dimensión dentro de la narrativa no tan técnica y elaborada -cierto- pero tan importante y hasta más valiosa aún, me refiero a esos dominios recónditos por donde marcha el novelista que lo llevará a experimentar sensaciones, sentimientos y apetitos desde la misma entraña de ese ordenador colosal que hace estallar el entorno, destaca al individuo, lanza al paso del lector viñetas sensuales que como dijera Fernández Caubí en un prólogo que escribió alguna vez: "...el árbol de la vida permanece joven...".

Novela. Género mayor, preterido por poetas, cuentistas, dramaturgos, ensayistas, enciclopedistas y cuanto bombín del pensamiento y la cultura cocuya se pierde por ahí. Acaso convencidos ellos a regañadientes que la madurez literaria se alcanza en esa narrativa interminable que aunque se afirma nació en el Medioevo, y componiéndose de una rara (para la época) mezcla de folklorismo y epicismo, también se dice que su paternidad proviene de los "novillieri" italianos.

Novela. Género literario que ha sido víctima del desdén de notables autores -entre muchos- un Jorge Luis Borges quien jamás escribió una novela. O un laureado José Hernández el que en su obra cumbre, Martín Fierro, la escribió solamente en el espacio de una tormentosa semana dando así visos de ligereza. Hasta nuestro Gastón Baquero en su desafortunada afirmación al catalogar la "Doña Bárbara" de Rómulo Gallegos y "Los de Abajo" de Mariano Azuela como "documentalistas" y "costumbristas", ignorando el ilustre poeta cubano, no se por qué recóndito motivo (originista), que tanto Gallegos como Azuela junto al argentino Manuel Gálvez son progenitores legítimos de los tres grandes clásicos en la novelística latinoamericana de todos los tiempos.

Es que en la mayoría de los casos la novela produce urticaria en aquellos autores que se resignan a hacer literatura en cuatro versos, o se esfuerzan un poco más y llegan hasta veinte cuartillas. ¡¿Diez años escribiendo una novela?! ¡Solavaya! Eso se lo dejamos al gigante del realismo burgués-ochocentista ruso.

FIN