domingo, 15 de febrero de 2009

LA AHIJADA VISITANDO AL PADRINO EN SU RECUPERACION









LA AHIJADA VISITANDO
AL PADRINO EN SU
"RECUPERACION".

La ex MILITANTE del "Frente Patriotico "Manuel Rodriguez",
Michelle Bachelet, visitando a Fidel Castro -el mecenas histórico-
quien fundó dicho Frente Comunista y Terrorista en La Habana Cuba.
Foto AP.

Para ustedes la historia de cómo se fundó en Cuba El "Frente
Patriótico "Manuel Rodriguez":
Tomado de Gogle Internet
01- LOS AÑOS VERDE OLIVO (Blog)

La "Solidaridad" Cubana
La larga trama de la historia que daría nacimiento al Frente Patriótico Manuel Rodriguez comenzó en Cuba, solo un par de años después del golpe militar de 1973. Para ese entonces gran parte de los militantes comunistas y socialistas que habían escapado de la represión desatada en Chile, desalentados y masticando la amargura de la derrota, habían recalado en la isla caribeña en busca del amparo del gobierno de Fidel Castro.
Desde que habían llegado en sucesivas oleadas, los chilenos habían percibido dos facetas de la solidaridad cubana. La primera era una genuina intención por acogerlos. Pese a la mala situación económica del país, los chilenos recibieron departamentos y trabajos, postergando incluso a los cubanos. Pero al mismo tiempo también existía -y con el tiempo adquiriría mayor intensidad- una reprimenda a su fracaso. Esto último se traducía en enrostrarles su falta de habilidad, y lo que es peor, de valentía para hacer su revolución.
"Les faltó un Fidel y les faltaron cojones", es una frase que muchos chilenos escucharon. En momentos de ira, a los chilenos los trataban con uno de los más fuertes epítetos en Cuba: "Comemierda".
Primero en voz baja, luego sin tapujos, las autoridades locales consideraban a la izquierda chilena, y especialmente a los comunistas, responsable de su derrota. No habían sabido "defender sus conquistas", era el dictamen. Los chilenos sufrieron el desprecio de una elite gobernante que, para muchos, es sobre todo "machista-leninista" y cuyo mayor orgullo es haber llegado al poder por las armas y ser una espina en la garganta de la mayor potencia militar del mundo.
Fieles a la máxima de Ernest Hemingway -para quien "ser cobarde es la peor desgracia que le puede ocurrir a un ser humano"- los dirigentes de La Habana decían que no podían comprender que el golpe militar encontrara escasa resistencia, ni que los líderes de la UP huyeran sin "disparar un chícharo", como dicen los cubanos. El propio Fidel Castro había comentado a sus cercanos que la de los chilenos no fue una "derrota productiva", ya que, salvo Allende, ni siquiera dejó mártires, como su fracasado asalto al Cuartel Moncada, en 1953. Por "derrota productiva" se entendía al menos un legado de héroes caídos en combate para servir de ejemplos de lucha a los sobrevivientes. Esa visión crítica de la dirigencia de la UP -sobre todo de aquellos que alardearon que iban a incendiar el país y luego huyeron sin resistir- caló hondo, especialmente en las nuevas generaciones.
"La visión de los cubanos del fracaso chileno era terrible y por ello se los humillaba constantemente", dice el ex agente de inteligencia cubano, Jorge Masetti. "El razonamiento en Cuba era que los chilenos eran unos pendejos, lo que en Cuba quiere decir cobardes. Se decía que no habían defendido a Allende, que eso en Cuba no habría pasado". Incluso, los comentarios llegaban a la gente común. En más de una ocasión, cuando iba un chileno a una casa, no faltaba quien le dijera: "¿Y por qué no te quedaste a pelear?".
Contribuyó a exacerbar este clima de recriminaciones el que, en los primeros días, todos los chilenos fueron alojados en los más elegantes hoteles de la isla. En el hotel Presidente de La Habana, el ambiente inicial era tan depresivo que durante una reunión del comité de la Unidad Popular realizado en sus salones y después de haber escuchado largo rato los debates, uno de los chilenos miró el desorden en que estaban las instalaciones y dijo: "¿Y esta huevá querían hacer en Chile?".
La culpa que sentían los chilenos bajo el sol del caribe se repetía también en Moscú y en Berlín Oriental, urbes donde se habían instalado las máximas cúpulas del PC y el PS, respectivamente. En esas naciones, sus anfitriones les recalcarían continuamente que ellos sí habían sabido aplicar la máxima de Lenin: "La revolución no sólo hay que conquistarla, sino que hay que saber defenderla". Las cúpulas máximas de la izquierda chilena tomarían nota de esa discusión. Y es imposible entender lo que posteriormente sería el viraje del PC hacia la vía armada sin tener en cuenta esta fuerte presión politico-sicológica.
La Oferta de Castro
Un caluroso día de junio de 1974 aterrizó en La Habana el máximo dirigente del PC chileno en el exilio, Volodia Teitelboim, quien residía en Moscú y lideraba el partido en reemplazo del secretario general, Luis Corvalán, detenido en la isla Dawson. En el aeropuerto José Martí, Teitelboim fue recibido por los dirigentes chilenos del PC en Cuba, Rodrigo Rojas, Orel Viciani y Julieta Campusano.
La principal actividad de Teitelboim fue una cita en el Palacio de la Revolución, donde acudió con Rodrigo Rojas para entrevistarse con Fidel Castro. El gobernante los recibió en su despacho con su hermano Raúl, segundo hombre del régimen; el jefe de la inteligencia cubana y máximo implicado en exportar de la revolución, Manuel "Barbarroja" Piñeiro y el viceprimer ministro Carlos Rafael Rodríguez. Excepto Raúl, todos habían estado en Chile durante la UP.
Como siempre, Castro monopolizó la palabra. A sus 48 años, seguía siendo el icono revolucionario latinoamericano. Sus interlocutores chilenos, en cambio, estaban marcados por una derrota que el mundo socialista les enrostraba día a día. "El gran error del gobierno de Allende fue no contar con una fuerza militar que lo defendiera", sentenció Castro.
Acto seguido, frente a sus perplejos interlocutores, Castro lanzó su propuesta para revertir la derrota; iniciar en las Fuerzas Armadas Revolucionarias Cubanas (FAR) un ambicioso proceso de formación de jóvenes comunistas chilenos, los que serían admitidos en escuelas de elite para graduarse como oficiales de carrera.
"Estos muchachos se formarán para que no vuelva a ocurrir la derrota de 1973", argumentó Castro y aseguró que los nuevos militares serían "para defender al futuro gobierno democrático... no para tomar el poder por asalto".
La última salvedad que el comandante puso sobre la mesa fue la siguiente: "Serán militantes suyos, pero yo seré dueño de darle la formación militar que estime conveniente". Las FAR contaban con cientos de asesores soviéticos, altamente calificados. "Todos nuestros oficiales piensan en ruso", acotó orgulloso Raúl Castro.
Teitelboim y Rojas aceptaron y agradecieron la inesperada oferta. Concluido el encuentro, Castro se despidió afectuosamente de los chilenos. Antes de abandonar la sala, el comandante señaló: "Este acuerdo lo voy a guardar yo en mi caja fuerte, porque es el acta de nacimiento de un nuevo ejército democrático para Chile".
Al matricular al contingente del PC en la escuela Camilo Cienfuegos, Fidel por primera vez abrió a un grupo extranjero las puertas de una escuela militar para oficiales de carrera. Se trataría ahora de una formación castrense en el sentido clásico, profesional, y no de simples insurgentes. Hasta ese momento La Habana solo había instruido en sus escuelas de guerrilla a los militantes chilenos del MIR.
"Fue un gesto absolutamente inédito: ya no se trataba de especialistas en sabotajes ni atentados, sino de la tentativa más audaz de crear un ejército paralelo en otro país", señala un ex dirigente del PC, actualmente retirado del partido.
"Los alemanes orientales, por ejemplo, dieron todo tipo de ayuda a la izquierda chilena, pero jamás permitieron que un chileno vistiera su uniforme militar", explica otro ex comunista formado en la isla. Según un alto dirigente del PC a quien Rodrigo Rojas le relató detalles del encuentro ese mismo día, negarse al ofrecimiento de Castro era "impresentable".
Si bien representaba un enorme giro en la tradición del partido, Teitelboim y Rojas aceptaron la oferta sin mayores reflexiones ni debates y la mantuvieron en estricto secreto por largo tiempo, sin informar, incluso, a la dirigencia al interior de Chile, encabezada por el ex sindicalista Víctor Díaz.
Inmediatamente instalaciones cubanas de entrenamiento militar del más alto nivel fueron puestas a disposición de los jóvenes comunistas chilenos. Bases como Punto Cero, Pinar del Río, o las Escuelas Militares Camilo Cienfuegos y José Antonio Maceo serian el punto de partida para los hombres que posteriormente formarían las filas del FPMR.
El Test De Los Cojones
Al subir a los buses verde olivo que los llevarían a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, en 1975, los estudiantes comunistas chilenos iban cantando a coro. En el campus de Girón de la Universidad de La Habana, toda la facultad de Medicina fue testigo de la escena. La dirigencia cubana así lo había dispuesto. En la simbología castrista, era una señal de que comenzaba el largo camino en que la izquierda chilena expiaría sus culpas. A gran parte de ese grupo la historia le depararía un camino inédito. Ellos serian los primeros chilenos en formar parte del "Ejercito de Fidel".
La gran mayoría de esos jóvenes habían llegado a Cuba un año y medio antes del golpe, gracias a una invitación hecha por Fidel Castro durante su maratónica visita a Chile, entre noviembre y diciembre de 1971. En esa visita Castro ofreció 100 cupos para que jóvenes militantes de la UP, rigurosamente seleccionados, estudiaran gratis la carrera en la Universidad de La Habana. Un segundo grupo conformado por otro centenar llegó a Cuba en marzo de 1973. Casi todos eran humildes jóvenes comunistas y socialistas, aunque también había algunos miembros de la juventud del Mapu Obrero Campesino. Para todos ellos no había sido fácil la integración a la Cuba socialista y muchos la recuerdan como una época dura, salpicada por las disputas internas por el proceso político chileno y por el duro estudio, que hizo a más de la mitad desertar en los primeros años. Además, luego del golpe militar para muchos la alternativa de regresar a Chile se había desvanecido por completo.
Solo meses antes, los estudiantes de medicina habían sido citados a las oficinas del Comité Chile Antifascista de La Habana, en el barrio de El Vedado. Según relata un ex miembro del comité central del PC que residía en la isla, allí los esperaban el dirigente y ex diputado Orel Viciani, quien a cada uno le hizo una invitación formal: dejar sus estudios para transformarse en cadetes militares. "Nos dijeron que en ese momento, los fusiles eran más importantes que los libros para derrotar a la dictadura", relata uno de los reclutados. La gran mayoría aceptó la oferta. Habían vivido el naufragio de la UP, muchos tenían familiares desaparecidos y querían imitar a los exitosos revolucionarios cubanos.
"Había una suerte de gran remordimiento, se hablaban cosas terribles de la represión en Chile. En ese contexto moral, era muy difícil decir que no", relata el mismo testigo.
Sólo en contados casos la respuesta fue negativa. El estudiante Pedro Marín argumentó que quería aportar a la lucha, pero como médico. Se ganó el repudio de sus compañeros. Años después, Marín se "reivindicaría" combatiendo en Nicaragua e ingresando a Chile para integrarse a la red del FPMR encargada de darle asistencia médica a los combatientes.
El escritor Roberto Ampuero, quien hoy reside en Miami, también recibió la invitación para unirse a este destacamento, pero la desechó. Años mas tarde, en uno de sus escritos, justificó sus razones; "En 1975, en una tarde asfixiante y húmeda de La Habana, los dirigentes del Partido Comunista me citaron a una mansión de El Vedado para reclutarme como cadete para las escuelas militares de las FAR. Seríamos, supuestamente, los oficiales del ejército popular de un futuro Chile socialista. En ese momento, dos años después del golpe, el partido apostaba por la "crítica de las armas", la misma que había desechado sabiamente en el pasado. Guiado por un fogonazo de racionalidad, que se alimentaba de la convicción de que en Chile no bastarían unas columnas de rebeldes barbudos para derrotar al ejército chileno, rompí desilusionado con la tienda política. Quizás a eso le deba que aún esté entre los vivos. Muchos compatriotas jóvenes, militantes de partidos de izquierda, ingresaron entonces voluntariamente a las FAR cubanas, se hicieron oficiales y combatieron en guerras de Centroamérica y Africa. Suponían tal vez que esa experiencia en los trópicos les serviría más tarde para tomar el poder en Chile. Algunos cayeron en tierras lejanas, otros decidieron olvidar para siempre ese pasado y hay quienes realizaron acciones armadas y terroristas en el país. Todos ellos son piezas de un sorprendente y vasto plan, fraguado por políticos, que fracasó, significó frustraciones y también sangre, y del cual la mayoría de los chilenos nada sabe".
Entre los jóvenes que si habían adherido a la propuesta cubana estaba un activo militante comunista que había sido expulsado de Chile en 1974. Su nombre era
Galvarino Apablaza Guerra -posteriormente conocido como el "comandante Salvador"- un joven de 25 años, al que la historia le depararía un papel protagónico en la insurrección armada chilena, pues llegaría a ser el máximo dirigente y cerebro político del FPMR.
En ese contexto, como Ministro de Defensa y segundo hombre del régimen cubano, Raúl Castro seria el responsable de la formación de los oficiales chilenos, a los cuales se sumaría su yerno, el chileno
Juan Gutiérrez Fischmann, "El Chele".
La mayoría de los chilenos entraron a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, la más prestigiosa de Cuba, a un curso de un año destinado a perfeccionar a oficiales jóvenes para mandos superiores.
"Los chilenos compartían las aulas y los dormitorios con nosotros y estaban distribuidos sobre todo en artillería terrestre y antiaérea", relata el ex capitán cubano Lázaro Betancourt, quién ingresó a la Camilo Cienfuegos en 1978.
A fin de llenar todos los cupos disponibles en la isla, muy pronto el primer contingente de ex estudiantes de medicina se hizo pequeño, por lo que el PC chileno comenzó a mirar hacia su militancia en otros países. Gracias a esto, en 1976 la isla empezó a recibir a hijos de chilenos exiliados en Europa Oriental que también deseaban enrolarse. Como el programa era secreto, estos jóvenes simplemente "desaparecían" de sus ciudades de residencia alemanas o soviéticas. Muchas veces ni sus padres sabían que estaban en Cuba.
Un ejemplo que marcó la senda de esta nueva oleada fue
Raúl Pellegrín Friedmann, -conocido como el "comandante José Miguel"- quien en 1975 se trasladó con su familia desde Frankfurt para alistarse en la Camilo Cienfuegos.
Raúl Pellegrin, durante su exilio en Alemania Oriental.

Escuela en Alemania comunista (RDA) donde
fueron a capacitarse los guerrilleros-
terroristas del "Frente Patriotico Manuel
Rodriguez"
Foto google Internet
A medida que transcurrió el tiempo, el destacamento chileno del PC se fue pareciendo cada vez más a un pequeño ejército a medida que Castro amplió su oferta, incorporando más centros de instrucción al proyecto. Un ex oficial chileno del ejército cubano, estima que en 1982 se habían formado en la isla por lo menos 200 compatriotas como oficiales, distribuidos en especialidades que iban desde blindados hasta pilotos de helicóptero.
Según un ex exiliado que estuvo en Cuba en esos años y que conoció a varios reclutas, la temida Dirección General de Inteligencia cubana (DGI) también enroló a algunos chilenos, mediante un programa especial de ese organismo para captar a cadetes de la Escuela Camilo Cienfuegos como agentes, sin que se enteraran sus compañeros. Incluso, diez chilenos pasaron por la Escuela Naval cubana Granma.
"Contábamos con todas las especialidades. Si el FPMR no llegó a tener pilotos de aviones de combate fue porque los pilotos cubanos se formaban en la Unión Soviética", se jacta un ex frentista que en 1991 fue gravemente herido en una acción en Santiago, donde fue el único sobreviviente.
Una vez graduados, los oficiales chilenos se integraron sin distingos a la oficialidad isleña: vestían de verde olivo, cumplían turnos guardias y estaban bajo oficiales superiores cubanos. Casi todos pertenecían al PC. La excepción era un puñado de socialistas, "no más de diez", asegura un protagonista de esos días. Con el correr de los años, decenas de otros chilenos pasarían por las aulas militares cubanas.
La escuela José Antonio Maceo -ubicada en Santiago de Cuba- recibió en 1982 al primer contingente de chilenos llegado íntegramente del interior de Chile. Habían salido clandestinamente del país para entrenarse en la isla. Estos jóvenes pasarían mas tarde a ser los mandos medios del Frente, ya que los comandantes se habían formado en el Ejército.
Campos de instrucción cubanos
Como ese mismo año el centro trasladó sus instalaciones a un complejo militar en la Isla de la Juventud -frente a las costas del sur de Cuba- los miembros de esa generación fueron bautizados como "los jóvenes". Mientras los "camilitos" tenían una formación militar estándar que completaron con cursos posteriores, los "jóvenes" accedieron a una formación completa de oficiales, partiendo como cadetes y egresando de alférez. Teórica y técnicamente estaban mejor preparados.

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