Por Ernesto Morales
¿Quién le habría dicho al patriarca Fidel Castro que en su otoño encontraría un aliado para derogar la Ley de Ajuste Cubano, y no entre sus voceritos de cerebros almidonados en ciertas izquierdas del mundo, sino entre las mismísimas filas del ultra-derechismo miamense? Si tuviera fuerzas para ello, el Comandante estaría saltando en un solo pie.
Como siempre, al viejo zorro de la política caribeña todo le sale bien: le nace un impensado ayudante cuando él llevaba años clamando contra una ley que favorecía a quienes huían de su paraíso socialista; cuando ya había perdido casi toda su saliva denunciando las bondades y libertades que recibían aquellos que, sea por persecución política, sea por hartazgo del estómago, habían escapado hacia el vecino norteño. Justo entonces, le llega el refuerzo, camuflado con piel de enemigo.
Claro está: cuando uno aporrea a sus hijos en casa, lo menos que quiere es que encuentren auxilio en la casa de al lado.
Preguntarse si el legislador republicano David Rivera pensó en esto a la hora de redactar su propuesta para restringir el movimiento de miles de emigrados a Estados Unidos, es ocioso. Primero, porque a juzgar por la infeliz redacción del documento, el congresista cubanoamericano no puso mucha neurona en él. Y segundo, porque si lo pensó, se dijo para sí: “Lo que importa no es proponer algo serio y valedero. A mis votantes de cuchillo en boca, mejor contentarlos con una enmienda recalcitrante, y que vengan las elecciones”.
Triste pero cierto: a pesar de que cada día el panorama de exiliados cambia, pierde el fragor del fanatismo ciego –justificado o no, pero fanatismo al fin- ; a pesar de que las multitudinarias manifestaciones que despedían un odio cavernario se han restringido a seis pobres diablos que divierten a la comunidad local; y a pesar de que cada vez son más los cubanos jóvenes que se cansan de jugar el juego del distanciamiento que tan bien les viene a los sátrapas de la Isla y a los portadores de mandarrias en Miami, están por llegar aún los tiempos en que la mesura política rija los destinos del sur de la Florida.
Congresistas como David Rivera siguen representando al exilio cubanoamericano, cosa no demasiado halagüeña.
¿Por qué? Pues porque la evidente intención de avivar las llamas separatistas, el esfuerzo por complacer a un sector de Miami que hace mucho perdió todo contacto con la Isla, y no tiene ya una madre que visitar, un hijo al que soliviantar; las argucias empleadas por legisladores republicanos como él y como Mario Díaz-Balart para impedir que los cubanos decidan cuántas veces visitan a su país y cómo ayudan a los suyos, ya raya en lo grotesco. Y al menos a mí, demócrata de pensamiento y de convicción, eso me avergüenza no poco.
Primero: nadie cometería la ingenuidad de asumir que Rivera desconoce la Ley de Ajuste. Ese es el ABC. Entonces, Rivera conoce muy bien que esta ley en realidad no surgió, según él se ha encargado de promulgar, para proteger a los refugiados políticos, sino sencillamente para ajustar el status migratorio de los 258 mil 317 cubanos que vivían en Estados Unidos en 1965 y que no podían regresar a su país, ergo había que legalizarlos.
De ahí se desprende que llevar la discusión sobre la ley a un plano de “yo te di esto a cambio de esto otro, si no cumples esto otro te retiro lo que te di”, léase: “te ajusté legalmente en Estados Unidos a condición de que no volvieras a tu país, si regresas a tu país antes de que lo que yo estime, te retiro el ajuste”, solo puede entenderse como una hábil manipulación que descubre un pensamiento prestamista, usurero, bien alejado del sentir de una nación que fundó sus bases sobre el respeto a la individualidad.
En segundo lugar: tomemos algunas declaraciones televisivas del representante Rivera, y guardémoslas con esmero. Servirán para ejemplificar en el futuro qué definiríamos como cinismo puro y duro. Preguntado sobre qué pensaba de los cientos de miles de exiliados a quienes se les afectaría visitar a un familiar enfermo, a quienes se les dificultaría regalarle dos semanas de alivio a la nostalgia, el congresista apuntó, palabras más palabras menos: “Mi compromiso es con los 11 millones de cubanos que sufren en la Isla”.
De antología. David Rivera nació en New York, jamás ha pegado un pie en Cuba, y nos dice a los cientos de miles que tenemos a los nuestros allá, que somos de allá, que él piensa más en ellos que nosotros mismos.
Pero lo peor de estas artimañas legislativas, lo más lamentable de la escalada que comenzaron a inicios de este año Bob Menéndez y Marco Rubio, que continuó Mario Díaz-Balart, y que encarna ahora con energías redobladas David Rivera, en cuanto a limitar de una u otra forma que los cubanos decidan qué hacer con su dinero y con sus vacaciones, es lo que provocan entre los propios emigrados: una división catastrófica, una eterna espiral de ataques, difamaciones, agresiones verbales, que nada tienen que ver con el ejercicio de la democracia, y sí mucho con los rezagos totalitarios que dicen combatir.
Cada día pongo menos en duda que este pensamiento no tiene interés alguno de evolución. Se gusta a sí mismo. Se mira al ombligo, y con decir “prohibido olvidar” siente que exhala una máxima para esculpir en piedra.
Se trata, por suerte, de una facción retrógrada que cada día se queda más sola. Veamos:
1. No es una corriente que esté a tono con los disidentes cubanos en su inmensa mayoría. Salvo rarísimas excepciones, el grueso de los opositores dentro de la Isla aprueban que los emigrados viajen cuando quieran, y ayuden a los suyos como quieran. Si no, a buscar las declaraciones de Dagoberto Valdés, Yoani Sánchez, Laura Pollán, Oswaldo Payá, el valiente sacerdote José Conrado, y casi todo el que tiene algo para decir.
2. No está a tono con los disidentes excarcelados que hoy viven en España o en Estados Unidos. He conversado de una u otra forma con la mayoría de ellos: todos arquean las cejas cuando comprueban que de este lado hay algunos que pretenden emular con el establishment cubano en cuanto a restricciones a la libertad.
3. No está a tono con los artistas e intelectuales más brillantes y respetados del propio exilio: ni Willy Chirino, ni Carlos Alberto Montaner, ni Donato Poveda, ni Enrique Patterson, ni Amaury Gutiérrez, ni Emilio Ichikawa, ni un largo etcétera de hombres de pensamiento y obras notables, defienden el distanciamiento con los cubanos “de allá”, como lógica elemental de quienes abogan por el fin de una historia cargada de distancias, y sobre todo: por la defensa de la libertad en su concepto más primario.
4. Y por último, peor aún: está profundamente divorciada de la generación de cubanos –entre los cuales me incluyo- que gústeles a ellos o no, les ruede por la garganta o no, por leyes de la biología serán los responsables del futuro de Cuba. Divorciados lo mismo de los cubanos jóvenes que pueblan hoy a Miami, que de los que pueblan a la Isla. También en esto el extremismo derechista del exilio se da la mano con el extremismo totalitario cubano: no respetan a quienes les sobrevivirán.
Por eso cada día desconfío más, no solo de la moral y la pureza de intenciones de estos presuntos libertarios, sino desconfío también de su capacidad de análisis. De su agudeza intelectual.
No puede andar muy bien la capacidad de análisis de “analistas” que dicen, por ejemplo: “No dinero para las familias cubanas: es dinero que termina en manos del régimen”, para luego apoyar con uñas y dientes la ayuda económica a los opositores de la Isla. La pregunta de los cien millones: ¿en qué tiendas compran sus víveres, sus carnes, sus ropas, los opositores de la Isla? ¿En Macy´s, en Publix, en Wal Mart? ¿O en las mismas tiendas que mis familiares, léase: las mismas tiendas del régimen?
Vale la pena pensar con urgencia en una ley que ajuste ciertos cerebros.
Quiero creer que al menos los 324 mil cubanos residentes en Estados Unidos que viajaron a la Isla en 2010, tendrán muy presente este ideario básico republicano a la hora de otorgar sus votos para el Congreso. En mi lógica elemental, aupar a quien afecta mis intereses, se me antoja un pésimo negocio.
lOS CUBANOS Q VIENEN A TIERRAS DE LIBERTAD EN LOS ULTIMOS +/- 10 ANHOS VIENEN POR MOTIVOS ECONOMICOS Y NO POLITICOS...YO VOTARE POR RIVERA PUES ES UNA VERGUENZA LOS NUEVOS REFUGIADOS Q BUSCAN SOLO PAN Y AMAN A CASTRO.
ResponderEliminarBrillante Ernesto, es lo que yo digo, comenzo con esta metida de pata de Rivera y los extremistas de Miami la caida del monopolio de derecha, en poco tiempo los mas de 300 000 mil cubanos afectados y perseguidos en Miami estaran votando en contra de los republicanos que hoy dominan, si no amanecera y veremos.
ResponderEliminarSuper BRILANTE Ernesto, que seria de Cuba governadas con personas como estas?solo llevo 5 anos aca,grasias a Dios LLEGUE AQUI CON CLARO CONCEPTO DE LA DEMOCRACIA ,si no realmente estuviera confundido,saber que hay intelectuales como los que mencionastes en tu comentario me da FE que aqui en Miami aun quedan personas capacitadas para Fundar un Patria libre ,sin Odio, en una nueva Cuba donde quepan todos los cubanos.
ResponderEliminarViva una Cuba libre sin los Extremistas de Miami que solo saven hablar de odio y rencor . De esa forma jamas derrocáremos al tirano de la Isla ( Manuel Priere) ya el tiempo de ustedes paso y no Tuvieron muchos logros ahora a partense y dejen a la juventud
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