OSCAR PEÑA: Milanés, te invito a almorzar
Oscar Peña
Todos los humanos somos graduados universitarios. Decursar la vida es hacer una carrera que te enseña las complejidades de la existencia humana, donde de una forma u otra todos acabamos en algún momento de nuestra existencia de entender que no existe nada absoluto en la vida, nada es completamente blanco, ni completamente negro, vivimos entre colores, tintes y matices. Así somos los humanos y así es la vida.
El lector se preguntará por qué he llegado a la anterior reflexión. Trataré de explicarme. Confieso que cuando residía en Cuba y estaba rebosante de sueños e idealismo con el futuro de mi patria siempre pensaba que nuestra isla, por muchos años cerrada y totalitarios, tendría mañana en los cubanos de Miami donde reside la congregación anticastrista más numerosa a un preparado ejército de profesores de democracia. No parecía un ligero sueño de verano o algo descabellado. Era lógico meditar que tanto tiempo viviendo en uno de los países más respetuosos de la libertad y la democracia los cubanos hubieran aprendido a vivir con la diferencia. Sin embargo no es así. Mi experiencia en Miami rompió mis sueños. He concluido que no todos pueden ser educadores de democracia para la nueva Cuba. Obsérvese este dilema: nuestro pueblo en Cuba no tiene libertad de dar la bienvenida a artistas cubanos residentes en Miami que difieren de la opinión del régimen y aquí en Miami algunos intentan propagar y aplicar los mismos métodos.
En este tema tampoco todo es negro. Hay una buena noticia: no son muchos como en Cuba. Los de Miami son muy bulliciosos, pero son pocos los enfermos de intolerancia. Es fácil contarlos. Son incomprensibles sus feas acciones de protesta habiendo sido ellos víctimas en Cuba de esa misma medicina por querer oír a los Beatles, a Celia Cruz, Julio Iglesias, Willy Chirino, Gloria Estefan y a José Feliciano hasta que fue a Cuba y cantó junto a Silvio Rodríguez. Estamos ante un círculo vicioso del ojo por el ojo, el crimen por el crimen, la incultura democrática por la incultura democrática y la torpeza por la torpeza. Aquel día que vi en la TV la aplanadora de discos y veía a mis amistades reírse de esas payasadas, yo no podía reírme. Sentí vergüenza de que la comunidad internacional pensara que todos los cubanos de Miami somos así. Si los rectores, orientadores y brigadas de respuesta rápida de La Habana y Miami se parecían tanto públicamente, ¿qué vidriera de futuro, libertad y democracia ofrecíamos al pueblo de la isla? La amarga realidad es que estos cubanos exiliados no ayudan con sus actuaciones a sumar a los de la isla. Están reproduciendo en Miami la misma situación por la que se fueron de Cuba.
Para mí es un problema ético y de principios. Si dentro de Cuba con peligros y sin derechos denunciamos la censura, las prohibiciones y la falta de opciones para todos, sería indigno no hacerlo en Miami y por ello alzo mi voz contra esas actitudes. No se puede ser cómplice de estos compatriotas exiliados con el silencio ante sus acciones. Una cuestión es la libertad y la democracia y otra el mal gusto y la adicción a las cámaras de la televisión. Nadie tiene derecho de ofender a la entrada de un teatro al que decida libremente ir a ver al artista que desee, o de exigirle al artista que se arrepienta de lo que cantó o expresó o tratar de obligarlo a que empiece a renegar de toda su vida pasada. Eso es como la inquisición.
Además deben saber estos compatriotas que si por cubanía y amor a nuestra tierra hacen estas acciones, su brújula política está completamente rota. Debían saber que muy pocos en Cuba no fueron como Pablo Milanés, que creyeron en la revolución y después han ido dejando paulatinamente de creer. Yo también creí en ella en un tiempo. ¿Eso me hace castrista hoy? No pierdan la perspectiva, esa es la generalidad de Cuba y de Miami. No cultiven más con sus actos el rechazo de la comunidad internacional y sobre todo de nuestro pueblo. Tampoco tomen mis palabras como un ataque personal. Se trata solo del serio juego de ideas. Estas observaciones son con el propósito de sumarlos, no de descalificarlos.
Y a Pablo Milanés, en nombre de los que lo valoramos como artista y sobre todo como importante factor de influencia para la evolución que necesita Cuba Entre Todos, te invito a almorzar en un restaurante cubano de Miami para que te lleves el mensaje de que contamos contigo.
Que se cree este comemierda, quien es Pablita Milanesa, pero que cojones determina esta pajara cantante de guitarrita y fondillo rajao, acaso le esta permitido determinar cambios en la Isla ni ocho cuartos, al carajo la vela con esta yegua y su cabalgante Oscar Leña, ajajajajaja, aqui no le queremos, que se la lleve a las montañas de North Carolina para que la monte a sus anchas, aqui no queremos embajadores de la musica castrista.
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