ROSALBA RODRIGUEZ ALVAREZ DESDE EL BRASIL SU PENSAMIENTO.

Manuel Prieres:
Este excelente alegato desde el bucólico matogroense del pensamiento de Rosalba Rodríguez Álvarez

Manuel Prieres El ser humano necesita la concreción. Desde su más tierna infancia, nuestra especie aprendió a valerse de símbolos para transmitir - ellos que son eminentemente comunicación – ideas y valores, que a su falta permanecerían en el campo de lo abstracto, sin representación visible y/o concreta.

Y así como el Universo – quien quiera decir Dios, así lo haga – nos dio un cuerpo visible y tangible, en el cual se alberga nuestra alma – el cuerpo siendo el símbolo, la concreción del alma -, así nos valemos de lo simbólico – señales- para marcar nuestras posiciones, nuestras opiniones, nuestros valores, nuestra idiosincrasia, en fin, nuestro yo.
Es por ello, que al hacer una visita a algún lugar del mundo, los dignatarios se dirigen sin falta a honrar los símbolos de aquella cultura y de aquella nación. Con este acto demuestran su respeto, pero sobre todo su reconocimiento, a la existencia de los valores existentes y permanentes de aquel pueblo. A través de lo concreto, llegan al alma, a lo abstracto. A través del reconocimiento del símbolo, los corazones se alcanzan.

Nuestro mundo es moldeado por símbolos, sean ellos gestuales, gráficos o arquitectónicos. Son los que confirman nuestro existir, que dan la certeza de que “somos”. De no ser por su puntualización, permaneceríamos en el limbo de la vaguedad, de lo no tangible.

La actitud de no visitar los s

ímbolos de la comunidad cubana denota, queridos amigos, el deseo de los visitantes de asegurar la “no existencia” del exilio. Transforman 53 años de historia en nada. No es, en mi opinión, mayormente demostración de oposición de ideas: es sí acción que pretende llevar al exilio al agujero negro del no ser. Así, mi querido y lúcido Manuel Prieres, cuando insistes en este punto, tal vez bajo riesgo de ser considerado insistente y quisquilloso, te transformas en una de las voces más claras de esa comunidad que se pierde, quizás inevitablemente, de sus valores en la cotidianidad y en el tiempo que pasa.