LA RAZA CUBANA
@Manuel Prieres
Los cubanos éramos
un pueblo llano. Nos sentíamos tan imbuidos por lo que nos rodeaba que podíamos
tocarlo con las manos, al extremo que ni a la capital de provincia íbamos,
mucho menos el aventurarnos hasta la capital del país. No por resabios
provincianos, sino porque no nos interesaba. Los 365 días del año lo sabíamos
consumir en nuestro propio habitat sin rechazarlo; por el contrario,
viviéndolo, acrecentándolo, haciéndolo placentero y auténtico. Mucho menos
estaba en nosotros la intención de emigrar buscando nuevos y más promisorios
horizontes y destinos. Eramos, en fin, una sociedad pegada a eso sencillo pero
valioso -repito- que se podía tocar con las manos.
"Conozca a Cuba primero, y al extranjero después" era un slogan
publicitario que sugería al cubano que conociera mejor a su país antes de
viajar al extranjero, pero en el fondo había algo más, era una especie de
llamado a que los cubanos saliéramos de nuestro cascarón habitual; pareciera
como que a algunos les intrigaba y hasta molestaba nuestro modo de vivir
comarcal.
¿Y era malo eso, acaso?
No. Por supuesto que no. De aletargados nada. Lo que sucedía era que habíamos
podido conciliar nuestra peculiar forma de vivir, con la necesidad que toda
sociedad tiene para considerarse renovada de la laboriosidad, del desarrollo y
del progreso. ¿Acaso cincuenta y tantos años de joven y bisoña república así no
lo avalaban? En este caso aquella precocidad, aquel modo de vida cubano, para
algunos de fuera y adentro movía al aplauso y al interés de cooperación; pero
en otros, al resentimiento velado y a la conspiración. ¡Había que cambiar aquel
way of life! ¡Había que llevar a la isla del Caribe al redil establecido! A los
cubanos no debía asistirnos el derecho a "ser diferentes", porque
entonces desentonaríamos, desafinaríamos en el concierto de los demás pueblos.
Para ello se aprovecharían de nuestra idiosincrasia que anidaba en su interior
el germen de nuestra propia desgracia. Me refiero a nuestra candidez y falta de
interés de conocer, defender y salvaguardar ¡hasta con los dientes! nuestro
entorno. Nuestra característica de buenos imitadores contribuiría a llevarnos a
ceder paulatinamente a influencias foráneas que tenían agendas muy claras de
trastocar "lo cubano". Ya lo había escrito Martí.
Casi desde principio de siglo permitíamos con una miopía olímpica que
influencias filosóficas, históricas, ideológicas, políticas, culturales, se
sembrasen peligrosamente en nuestra sociedad, teniendo todas algo en común: el
universalismo conspirador, frenético y en boga. Expresiones cual invitación a
aceptarlas harían aparición en la Escuela de Pensamiento cubana: "El Mundo
es un pañuelo", "otras tierras nos reclaman...", "Somos
ciudadanos del mundo". Y junto a dichas consignas vendrían sus
propagadores con los equipajes atestados del letal material desestabilizador.
En lo cultural, "lo cubano" sería desterrado por una interpretación y
práctica "universalista" del pensamiento dentro de las artes, la
literatura y cuanta manifestación ilustrativa existiese.
Con la llegada de 1959 todo habría de dar un colosal vuelco. A partir de dicha
fecha jamás volveríamos los cubanos a ser como antes. Tan pretenciosos
nosotros, tan abiertos, tan desenvueltos, y, finalmente, convertidos en un hato
de reses por obra y gracia de la malévola y nefanda Escuela Socialista elevada
al cubo de la radicalización, la extrevagancia, la utopía y el capricho
revolucionario, con la versión castro-comunista. En nómadas modernos se nos
habría de convertir con toda la carga de inadaptación, lastimosidad,
resentimiento, violencia y enigmatismo que ello conlleva.
Por eso cuando alguien recrimina: "¿Por qué los cubanos no se quitan esa
pejiguera de encima, ese amo a horcajadas? La respuesta es: porque nadie está
dispuesto a inmolarse por lo que rechaza, por lo que no le pertenece, por
aquello de lo que quiere huir.
Y ¿cómo parar? Pues regresando a la Raza Cubana, aunque fuese a nivel de
metáfora inicialmente. Una reconversión interior del individuo que lo lleve de
regreso al habitat perdido: arrancándoselo al usurpador...hasta con las uñas si
fuese necesario, para reconstruirlo, hacerlo vital, seguro, placentero y
auténtico otra vez. Volver a la "tierra olvidada".
Si. Vayamos en
busqueda de la RAZA CUBANA pues todavia hay tiempo.
Manuel Prieres
villagranadillo@bellsouth.net
Http://vilagranadillo.blogspot.com//
Publicado
por VILLA GRANADILLO en 12:57
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por VILLA
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