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Las teorías de la conspiración pasan de los “locos” a los académicos
Emilio Ichikawa
Hace unos años la comunicadora cubanoamericana Cristina Saralegui conducía un espacio para la cadena hispana UNIVISION; en horario estelar, cada día de semana. Todas las revistas del corazón, y algunas del cerebro, hablaban de su influencia y propagaban el mito de que recibir la “patadita” de Saralegui era un requisito necesario para tener éxito en el circuito de la hispanidad o latinidad en los EEUU.
Esta semana que culmina Cristina Saralegui concedió una entrevista a María Celeste en TELEMUNDO, donde expuso la forma humillante en que fue despedida de UNIVISION. “Me sentí una cosita chiquitica”, dijo Cristina, dejando entrever que su perplejidad no radicaba en que había transitado del todo a la nada, sino en que precisamente eso era lo que había significado siempre en la maquinaria del gigante corporativo: Nada.
Todavía a esta altura Cristina asegura que “No sé qué fue lo que pasó”; porque en el momento del despido su programa tenía 20 puntos de rating. Por lo que concluyó ante María Celeste: “El nivel de audiencia no es lo más importante”.
También hace relativamente poco el abogado y “media producer” Camilo Loret de Mola recordaba que su despido del Canal 41-América TV de Miami se produjo en el momento en que estaba obteniendo los mayores logros y se sentía en la mejor forma profesional.
Estas y otras experiencias justifican el hecho de que cada vez con más frecuencia, cuando se habla de “el cuarto poder”, ya no se diga tanto que es “la prensa” sino “los propietarios de los medios de comunicación”.
La afirmación de que los dueños de los medios de producción (y comunicación) son quienes determinan el movimiento intelectual (del talento), puede parecer solo la ratificación de una vieja tesis pragmática y marxista; sin embargo, al menos con ese nivel de patetismo y descaro, debiera entenderse como algo relativamente novedoso. Innovador.
Esta perspectiva me permite, entre otras cosas, dar por buena una afirmación del ex Director de El Nuevo Herald Humberto Castelló, quien todavía en agosto de 2009 decía en entrevista en la radio de Miami: “No creo que las corporaciones sean las que puedan dar una línea a una publicación. Esas líneas se generan en las redacciones…”.Algo que creo no se atrevería a sustentar hoy el propio Castelló como empleado de Radio Martí.
Estos eventos refuerzan ese “método” o simplemente “estilo” de ver las cosas que suele denominarse “teorías de la conspiración”. Se trata de un posicionamiento anti fenomenológico, “substrativista”, que considera que la red de puestos y cargos que vemos en la estructura formal de un gobierno o Estado (incluido el de Presidente de los EEUU) es solo una ilusión. La mueca burocrática externa al servicio de la satisfecha sonrisa del oculto poder real.
Uno de los síntomas más curiosos de la revisión del estatuto epistémico de las “teorías de la conspiración” en el circuito cubano, es que ya no es patrimonio exclusivo de visionarios o aparentes “locos” como Orlando Trujillo y Rodolfo Nodal Tarafa, sino que están siendo asumidas por conocidos académicos e intelectuales.
Sin algún catalizador faltaba para que este traspaso de legado se consumara, llegaron los Editoriales de The New York Times sobre el levantamiento de sanciones a Cuba; lo que ha sido interpretado como una “previsible jugada” del “gobierno mundial”.
En La Habana el espíritu conspiracionista se inspira bibliográficamente en The Shock Doctrine de Naomi Klein; mientras en Miami, con más “clasicismo”, se siguen los lineamientos de Los protocolos de los sabios de Sion y los textos de Eudocio Ravines. Sin olvidarse, en ninguna de las dos orillas, que El Manifiesto Comunista es un panfleto en clave gótica.
Este desplazamiento prestigiador tuvo un antecedente en la fascinación de Fidel Castro por las especulaciones de Daniel Estulin. Temporada en la que el Comandante se convirtió en agorero de lo singular, previendo desenlaces de partidos de fútbol correspondientes al Mundial de Sudáfrica. Al respecto anoté el 2 de julio de 2010: “En su Reflexión del día 27 de junio (2010) titulada ‘Saber la verdad a tiempo’, Fidel Castro predijo con intimidante certeza que los juegos de cuartos de final de hoy en el Mundial de Sudáfrica entre Holanda-Brasil y Uruguay-Ghana no se producirían. La razón: estallaría una competencia bélica, mucho más fuerte, entre las selecciones de EEUU e Israel por un lado, y las de Corea del Norte e Irán por otro”.
El periódico El Nuevo Herald de Miami acaba de publicar un artículo de la periodista Patricia Mazzei que profundiza todavía más la sensación conspirativa. El texto se titula “Grupos externos financian campaña política para el Congreso en Miami-Dade” y confirma que el poder de los legisladores es una ilusión que empieza por su incapacidad para tener control sobre sus propias campañas. Mazzei señala en su artículo: “Una de las batallas congresionales más costosas de la Florida –con un costo de casi $14 millones hasta el viernes– se está llevando a cabo en Miami entre el representante federal Joe García y su oponente Carlos Curbelo. Pero ninguno de los dos candidatos puede decir que ha gastado la mayor parte de ese dinero. Eso se debe a que los mayores gastos han sido hechos por fuerzas fuera de su control: grupos políticos independientes, los cuales han invertido alrededor de $8.5 millones en la campaña.”
$8.5 millones de $14 millones están fuera del control de los contendientes. Carlos Curbelo, un candidato a quien supuestamente le beneficia este mecanismo, reconoce a Mazzei que a pesar de ello “me parece poco afortunado, porque uno no controla el mensaje”.
Por el momento esta situación pone al cubanólogo ante una disyuntiva: Estudiar la conspiración… o conspirar.
-IMAGEN: Totoro: Tomada de “flavorwire.com”
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