Barack Hussein Obama
Saul Alinsky
(Version de Karl Marx)
EL
ULTRA-NEO- CONSERVADURISMO EMERJE EN USA 2016
@Manuel Prieres
Como un parto doloroso, sangrante, para traer la vida
nuevamente a ese Tradicionalismo Americano herido que en los últimos tiempos
está penetrado por fuerzas foráneas dispuestas a cambiar al país más poderoso
del mundo…
Como respuesta surge el ultra-neo
conservadurismo en el ámbito ideológico politico social de Estados
Unidos.
Candidatos a la presidencia de los EE.UU. 2016 como Donald
Trump y Ted Cruz dan señales de ello…
“Make America Great Again” es el Lema de Donald Trump.
“El Mandato de los Constituyentes frente
a los intereses del Cartel Político en Washington” es el Lema de Ted Cruz.
En este contexto dos Talones de Aquiles se hacen
presentes en el liberalismo estadounidense
ambicioso de continuar regenteando el poder desde La Casa Blanca más
allá de los ocho años del “Obamismo” excepcionalista.
A saber:
A)El racismo, el homofonismo, el misogenismo, la
emigración ilegal, el anti militarismo, el anti ley y orden azul, la empatía
con el enemigo, serán echados a un lado para ocupar su lugar La Seguridad Nacional.
B)Ese capricho para
que apellidos presidenciales sean la
clave para otra vez hospedarse en La Casa Blanca como “Clinton”, “Bush” ( pura
dinastía) comprobarán con gran frustración que será todo lo contrario.
A continuación los invito a leer un artículo de fondo
que aparece en el Diario “El País” con la firma de Marc Bassets:
Frank Marshall Davis (Comunista)
Mentor de Barack Hussein obama
Frank Marshall Davis (Comunista)
Mentor de Barack Hussein obama
LA DOCTRINA DEL EXCEPCIONALISMO OBAMISTA
CONQUE EL NUEVO ORDEN MUNDIAL INTENTA CAMBIAR A LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTE
AMERICA.
HE AQUI LA DOCTRINA OBAMISTA:
El
presidente Barack
Obama intenta redefinir el patriotismo
estadounidense. Frente a la idea de una nación elegida y única, Obama propone una
alternativa: una visión autocrítica de un país excepcional, sí, pero no sólo
por sus virtudes; también por sus pecados. Su versión del llamado
excepcionalismo americano, patente en la reacción a los atentados de París y
San Bernardino o en el acercamiento a Cuba e Irán, refleja cambios sociales de
unos Estados Unidos más diversos, con una historia compleja: heroica y
traumática. Y se traduce en una política exterior cauta, consciente de los
límites para cambiar el mundo.
En
noviembre, tras los atentados yihadistas de París, y ante las presiones para
que EE UU actuase rápido y con contundencia contra el Estado Islámico (ISIS, en
sus siglas en inglés), Obama dijo para defender su estrategia: “Lo que no haremos, y lo que yo
no hago, es actuar para obtener beneficios políticos o para que, en un sentido
abstracto, América parezca fuerte o yo parezca fuerte”.
A
principios de diciembre, tras el ataque de San Bernardino (California), en el
que un matrimonio inspirado por el ISIS mató a 14 personas, Obama dijo: “Lo que
sabemos es que tenemos un patrón de tiroteos masivos sin paralelo en ningún
otro lugar del mundo”.
En la
primera declaración, Obama rechazaba el patrioterismo agresivo: la idea
arrogante de que a golpe de bomba este país puede solucionarlo todo. En la
segunda, señalaba una evidencia: EE UU es excepcional en muchos sentidos, pero
uno de ellos es en la epidemia de muertes por armas de fuego.
Obama ve a
EE UU con sus claroscuros, un contraste con la visión prevalente del
excepcionalismo americano, la idea de que este país es “la ciudad brillante
sobre la colina”, según la expresión de John Winthrop, uno de los primeros
peregrinos en desembarcar en la Nueva Inglaterra en el siglo XVII.
Uno de los
textos canónicos del excepcionalismo americano es elúltimo discurso del
presidente Ronald Reagan antes de abandonar la Casa Blanca, en enero de 1989.
El republicano Reagan recordó un episodio de principios de los ochenta. La
tripulación de un portaaviones estadounidense avistó un barco con refugiados
vietnamitas. Una lancha del portaaviones fue a rescatarlo. Cuando se acercaba
al buque, uno de los refugiados dijo a uno de los marinos estadounidenses:
“Hola, marinero americano. Hola, hombre de la libertad”. Esto era Estados
Unidos, para el presidente Reagan: “La ciudad brillante sobre la colina”, que
expresaba Winthrop, el faro de la humanidad, un imán para “los peregrinos de
los lugares perdidos que se precipitan a través de la oscuridad, hacia casa”.
Obama no se
cansa de repetir que EE UU es el único país que puede liderar la respuesta a
grandes crisis, desde el yihadismo al ébola, pero matiza la visión de un
excepcionalismo americano místico e inapelable. Sus críticos le reprochan que
en 2009, poco después de llegar a la Casa Blanca, dijese: “Creo en el excepcionalismo americano, del
mismo modo que sospecho que los británicos creen en el excepcionalismo
británico y los griegos creen en el excepcionalismo griego”. Una de las
promesas de los candidatos republicanos, en la campaña para las elecciones presidenciales
de noviembre, es recuperar la grandeza estadounidense, supuestamente degradada
por Obama.
Con Obama,
EE UU se ha abierto a dialogar con viejos enemigos como Cuba e Irán. En ambos
casos, el giro se acompaña de un mea culpa, una relectura de la propia
historia.
El ‘mea
culpa’
“Incluso
con tus adversarios, creo que debes ser capaz de ponerte en su piel”, dijo tras el acuerdo nuclear con Irán, en
julio. “Si miras a la historia de Irán, el hecho es que tuvimos alguna
implicación en el derrocamiento de un régimen democráticamente electo”, dijo.
Era una alusión al golpe que en 1953 derrocó al primer ministro iraní, Mohammed
Mossadegh. “Soy consciente de que hay capítulos oscuros en nuestra propia
historia en los que no hemos observado los principios y los ideales sobre los
que se fundó el país”, dijo el presidente en abril, en la cumbre de líderes
americanos en Panamá. Ninguno de los que le escuchaban
—algunos de ellos, dictadores y presidentes autoritarios— entonó un mea
culpa similar.
Obama
articula “una forma nueva y radical del excepcionalismo americano”, escribió
hace unos meses The Washington Post, en un artículo que desmenuzaba el discurso del presidente en Selma(Alabama), el 7 de marzo pasado. Aquel día, cincuenta
años antes, quedó en la historia de la lucha por los derechos civiles como el
domingo sangriento, por la represión policial contra los manifestantes en
Selma.
En el
discurso, Obama enumeró una serie de referentes alternativos de la historia estadounidense
que incluía a exploradores y nativos, a inmigrantes latinos y supervivientes
del holocausto, a los bomberos que perdieron su vida el 11-S en la zona cero de
Nueva York y a pioneros de la lucha por los derechos de los gais. El país
cambia y también el panteón del patriotismo estadounidense.
“¿Qué mayor
forma de patriotismo existe que la creencia en que América todavía no está
acabada, que somos lo suficientemente fuertes para ser autocríticos, que cada
generación sucesiva puede mirar sus imperfecciones y decidir que está en su
poder rehacer esta nación para alinearla más cerca de nuestros ideales más
altos?”, dijo.
“Empezamos
nuestra existencia con la convicción de que éramos una nación distinta a la que
Dios estaba usando para dar un nuevo comienzo de la humanidad”, escribió a
mediados de siglo el teólogo Reinhold Niebuhr, uno de los pensadores de
referencia de Obama y crítico con el excepcionalismo americano. “Nos cuesta
casi tanto como a los comunistas creer que cualquier persona pueda pensar mal
de nosotros”, decía Niebuhr en plena Guerra Fría.
No es fácil
definir el excepcionalismo americano. “Significa que nosotros, los americanos,
nos vemos a nosotros mismos como el nuevo pueblo elegido, seleccionado por Dios
o la Providencia o la Historia para dirigir el mundo y transformarlo a nuestra
imagen”, explica en un correo electrónico el historiador y exmilitar Andrew
Bacevich, autor de Los límites del poder. El fin del excepcionalismo
americano.
El
excepcionalismo americano, dice Bacevich, no es un sinónimo de nacionalismo.
Tiene un significado más amplio, dice, y está relacionado con la hybris, el
término griego que designa la arrogancia desmedida. “Desde el final de la
Guerra Fría, y especialmente después del 11-S”, dice Bacevich, “el
excepcionalismo americano adoptó un perfil militarista y duro. Era a través del
uso de un poder militar superior que Estados Unidos realizaría su misión
salvadora. El presidente Obama ha reconocido el fracaso de este esfuerzo y ha
intentado, en efecto, desmilitarizar el excepcionalismo americano. Pero su
esfuerzo, hasta ahora, ha fracasado”.
Estados Unidos sigue atrapado en las guerras de la
década pasada, en Oriente Próximo y Afganistán, y su poderío militar sigue
siendo una de las bases —no la única— de su influencia mundial. “El resultado
[de las elecciones presidenciales] de 2016”, dice Bacevich, “nos dará algunas
claves sobre cómo se ha enmendado el concepto de excepcionalismo americano. Una
cosa es cierta: persistirá en alguna forma”.
@Manuel
Prieres
Miami
31
de diciembre del 2015