miércoles, 10 de abril de 2019

UNA CARTA DE JORGE OLIVA QUE ME ENVIO HACE 35 AÑOS Y QUE NUNCA LEI HASTA AHORA. PIDO DISCULPAS







EN EL AÑO 1984 EL INTELECTUAL Y POETA GUANTANAMERO JORGE OLIVA ME HIZO LLEGAR UNA CARTA QUE POR RAZONES INEXPLICABLES NUNCA LEI, HOY 35 AÑOS DESPUES HE LEIDO Y PUBLICADO ESTE TESORO QUE DESCUIDE  DENTRO DE UN FILE Y UN ARCHIVO UN DIA. PIDO DISCULPAS. @Manuel Prieres
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Manuel:
Hace un par de años estuve en Miami.Yo regresaba de mi segundo viaje a Cuba. Trate de hablar contigo –Edith Rodríguez me había dado tu dirección y teléfono- pero no recuerdo exactamente si lo hice o hablé con tu mujer. Pero estoy seguro de que nunca nos vimos. Tampoco estoy seguro de que me re-conozcas o me recuerdes. En realidad nunca fuimos amigos –aunque sí tuvimos amigos communes y hubo una mutua simpatía entre nosotros y la coincidencia de asomarnos al mundo en aquella aldea polvorienta (nuestra Peyton Place de nuestra infancia, la que, al parecer, nunca hemos dejado de amar.

Pero déjame explicarte por qué te escribo.

Hoy hice un descubrimiento feliz, estaba yo enterrado entre los interminables estantes de libros –iluminados y desiertos- de la Buttler Library de Columbia haciendo mi “research” habitual  y, de pronto, me encontré con un libro tuyo, DESHEREDADOS (1975) publicado en Miami. Dejé todo a un lado y allí mismo me lo leí de un tirón. De pronto fue Guentánamo otra vez. No por lo que decía directamente el texto, sino por el contexto a donde me remitías tú. Otra vez reconstruí los años de la infancia, la adolescencia, las calles del pueblo, el parque, el puente de San Justo. El camino de Santa María, ciertos rincones, ciertas gentes y eventos que creía olvidados, pero que en verdad nunca he podido – ni querido- olvidar.

De pronto te ví al atardecer, atravesando una calle, encontré a otros amigos charlando en el parque mientras sonaban las campanas de la vieja iglesia, alguna gente entraba al cine “Luque” y en lo alto, hacia el oeste, una bandada de gorriones atravesaba el cielo que comenzaba a ponerse rojo…

Que me agarró la nostalgia por una pata, en Buttler Library, Columbia University, en New York City, en medio de la tarde de un diciembre lluvioso y frío. Me cayó el gorrión:

Tu libro me gusto mucho. No por razones literarias, sino personales. Por su valor documental (como propones en la nota “Al lector”). Por lo que tiene de confesión. Por la vulnerabilidad del hablante. Porque me permitió re-conocerte con asombro, con cierta tristeza, o mejor, melancolía. Yo también escribo, y también lo he hecho sobre Guantánamo. Justamente acabo de ganar el Premio 1983 de poesía del Iberoamerican Writers Guild con un poemario titulado GUANTANAMO BAY, el “tiempo roto”. Pero bueno, hablemos de tu libro. Creo que debo darte mi opinion, pues estando en el “métier” sería hipócrita si no lo hiciera. Por otro lado, si esta carta supone la posibilidad del inicio de una comunicación o un diálogo, ello podría realizarse solamente sobre la base de una tenaz sinceridad.

Como te decía arriba, me gustó mucho tu libro pero por otras razones que las literarias. Yo vengo de allí también. Reconocerte era reconocerme. Asomarme al texto como a un espejo. Pero en lo literario me pareció débil. Un libro fresco e inocente (su virtud) pero donde todavía no hay oficio, eficacia expresiva (su debilidad). No obstante te saludo como poeta, porque poeta eres. Hay momentos donde se logra la eficacia expresiva propia de la poesía genuina:

                          Qué hacer
                          cuando el desconcierto cabalga    
                          alrededor,
                          la maquinaria –omnipotente y
                          cruel- nos marca con el sello de
                          la diatriba, 
                          el hermano se convierte en
                          verdugo, nuestro hijo en
                          acusador y el país en una
                          constante improvisación…
                          “Qué hacer”, p.64

O este otro fragmento donde hay una descripción precisa, penetrante y trascendente y crítica de la realidad  cubana. Digo descripción precisa, pues se trata de un fragmento afortunado en su sobriedad, sin adjetivación ociosa:

                          Y
                           cuando camino por las calles
                           siento el susurro disidente
                           de los inconformes,
                           el vaho de la ilegalidad
                           en el techo de cada casa.
                           Es que lo illegal
                           así como el pan de todos los 
                           días,
                           se ha vuelto algo nacesario
                           para poder vivir…. 
                           “Guantánamo, 1970, p.53

También me parece que una sabia “edición” salvaría o mejoraría este otro poema:
                             Son los que se acostumbran a
                             fingir, 
                             los que se vuelven ingratos, no               
                             por hacer daño sino conservar
                             el equilibrio,
                             los que no volverán a mirar a
                             los ojos de sus semejantes,
                             los que deambularán en las
                             tinieblas,
                             los que se dejan conducir
                             mansamente aunque adentro
                             les crece el odio feroz.
                             Son  los que sin dares cuenta,
                             sin notarlo apenas,
                             lo irán perdiendo todo.
                                 “Los temerosos” p. 54  

Te he citado estos poemas porque ilustran tres de los momentos más afortunados del libro. Me he tomado la libertad de “editarlos”, es decir, despojarlos del peso muerto, de lo que les sobraba y debilitaba, supongo que eso es precisamente lo que hubiera hecho un buen editor si lo hubieras tenido, pero no creo que ésa sea la práctica habitual en Miami. En realidad el libro tiene numerosos buenos momentos entre otros que no lo son. Eso nos pasa a todos y casi siempre en los primeros libros. Nada, mi socio, que la excelencia solo se consigue con el “rewriting”. No hay otro modo. Pero no te quiero abrumar con una discusión  teórica…

Cuando comencé esta carta (no pensé que se prolongaría tanto) pensé que te escribía a tí, al muchacho que fuiste, a quien yo conocí – o creí conocer- en Guantánamo… Pensé tambien que todo esto podría ser un ejercicio inutil, como convocar a un fantasma, pues ahora quizás ya tú eras “otro”. Pienso en el “Je suis autre” de Rimbaud. Pero de la misma manera que “Je suis autre” y a la vez el mismo que frecuentaba los cines de Guantánamo y trataba de explicarme el mundo –audacias de la ignorancia!-  en el parquete  de aquel pueblo, pienso que, discrepando del dictum nerudiano, podamos declarar que sí, que nosotros los de entonces, todavía somos los mismos; solo que con tres o cuatro ciudades fascinantes y monstruosas en los ojos, la melancolía de la extenuada Europa y la alienación  de Norteamérica en las maletas y un visión quizás más pesimista y menos fabulosa del mundo. Por ello es que  al escribirte –lo veo ahora claramente- escribo al hablante, a la persona poética de esos textos que componen tu libro. Es que, discrepando de otra autoridad “very fashion-  able” en los medios académicos internacionales (Lacan), quiero creer que “quien habla es quien escribe” al menos en tu caso. Dicho lo cual, puedo empezar a decirte de mí (lo que es menos interesante: hablar del otro, es decir de tí, lo es más). 

Yo me largué de Gtmo. nadando por la Bahía en octubre del 73. Lo hice solo. Aunque había planeado el viaje con un compañero de la Universidad de La Habana, al llegar al punto de partida (detrás de Los Caños), nos separamos. El quedó atrás, yo continué viaje. A Dios gracias, hoy podemos contar el cuento. Ambos lo logramos. El primer mes lo pasé en Miami enseñando en una escuela de idiomas en el Dupont Plaza (Inlingua School of Languages). Allí solo duré un mes, pues vine a New York por un week end y ya nunca regresé. Entonces Miami me pareció demasiado provinciano y acultural  (la vida en La Habana era más interesante culturalmente –supongo que Miami es hoy ya otra cosa- , pero aquella fue mi impresión primera y yo decidí en llegando que no me quedaba allí ni muerto. 
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GUANTANAMO BAY
Por JORGE OLIVA
La noche se tiende sobre la bahía.

Es la hora del viento cálido y salado,
del rumor del mar,
del feroz cantar de los grillos,
de las luces insomnes de Caimanera
y su perenne y erizada vigilia
en la aparente quietud del verano.

No lejos,
donde se abre el mar y despunta la bahía,
los Beach – Boys desgarran violentos la noche,
patean
            aúllan
con sus flamantes guitarras elécttricas
desde  la US American Forces Radio Guantánamo Bay.


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