EN
EL AÑO 1984 EL INTELECTUAL Y POETA GUANTANAMERO JORGE OLIVA ME HIZO LLEGAR UNA
CARTA QUE POR RAZONES INEXPLICABLES NUNCA LEI, HOY 35 AÑOS DESPUES HE LEIDO Y PUBLICADO
ESTE TESORO QUE DESCUIDE DENTRO DE UN
FILE Y UN ARCHIVO UN DIA. PIDO DISCULPAS. @Manuel Prieres
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Manuel:
Hace un par de
años estuve en Miami.Yo regresaba de mi segundo viaje a Cuba. Trate de hablar
contigo –Edith Rodríguez me había dado tu dirección y teléfono- pero no
recuerdo exactamente si lo hice o hablé con tu mujer. Pero estoy seguro de que
nunca nos vimos. Tampoco estoy seguro de que me re-conozcas o me recuerdes. En
realidad nunca fuimos amigos –aunque sí tuvimos amigos communes y hubo una
mutua simpatía entre nosotros y la coincidencia de asomarnos al mundo en
aquella aldea polvorienta (nuestra Peyton Place de nuestra infancia, la que, al
parecer, nunca hemos dejado de amar.
Pero déjame explicarte por qué te escribo.
Hoy hice un descubrimiento feliz, estaba yo
enterrado entre los interminables estantes de libros –iluminados y desiertos-
de la Buttler Library de Columbia haciendo mi “research” habitual y, de pronto, me encontré con un libro tuyo,
DESHEREDADOS (1975) publicado en Miami. Dejé todo a un lado y allí mismo me lo
leí de un tirón. De pronto fue Guentánamo otra vez. No por lo que decía
directamente el texto, sino por el contexto a donde me remitías tú. Otra vez
reconstruí los años de la infancia, la adolescencia, las calles del pueblo, el
parque, el puente de San Justo. El camino de Santa María, ciertos rincones,
ciertas gentes y eventos que creía olvidados, pero que en verdad nunca he
podido – ni querido- olvidar.
De pronto te ví al atardecer, atravesando una
calle, encontré a otros amigos charlando en el parque mientras sonaban las
campanas de la vieja iglesia, alguna gente entraba al cine “Luque” y en lo
alto, hacia el oeste, una bandada de gorriones atravesaba el cielo que
comenzaba a ponerse rojo…
Que me agarró la nostalgia por una pata, en
Buttler Library, Columbia University, en New York City, en medio de la tarde de
un diciembre lluvioso y frío. Me cayó el gorrión:
Tu libro me gusto mucho. No por razones
literarias, sino personales. Por su valor documental (como propones en la nota
“Al lector”). Por lo que tiene de confesión. Por la vulnerabilidad del
hablante. Porque me permitió re-conocerte con asombro, con cierta tristeza, o
mejor, melancolía. Yo también escribo, y también lo he hecho sobre Guantánamo.
Justamente acabo de ganar el Premio 1983 de poesía del Iberoamerican Writers
Guild con un poemario titulado GUANTANAMO BAY, el “tiempo roto”. Pero bueno,
hablemos de tu libro. Creo que debo darte mi opinion, pues estando en el
“métier” sería hipócrita si no lo hiciera. Por otro lado, si esta carta supone
la posibilidad del inicio de una comunicación o un diálogo, ello podría realizarse
solamente sobre la base de una tenaz sinceridad.
Como te decía arriba, me gustó mucho tu libro
pero por otras razones que las literarias. Yo vengo de allí también.
Reconocerte era reconocerme. Asomarme al texto como a un espejo. Pero en lo
literario me pareció débil. Un libro fresco e inocente (su virtud) pero donde
todavía no hay oficio, eficacia expresiva (su debilidad). No obstante te saludo
como poeta, porque poeta eres. Hay momentos donde se logra la eficacia
expresiva propia de la poesía genuina:
Qué hacer
cuando el
desconcierto cabalga
alrededor,
la maquinaria
–omnipotente y
cruel- nos marca con
el sello de
la diatriba,
el hermano se
convierte en
verdugo, nuestro hijo
en
acusador y el país en
una
constante
improvisación…
“Qué hacer”, p.64
O este otro fragmento donde hay una
descripción precisa, penetrante y trascendente y crítica de la realidad cubana. Digo descripción precisa, pues se
trata de un fragmento afortunado en su sobriedad, sin adjetivación ociosa:
Y
cuando camino por
las calles
siento el susurro
disidente
de los inconformes,
el vaho de la
ilegalidad
en el techo de cada
casa.
Es que lo illegal
así como el pan de
todos los
días,
se ha vuelto algo
nacesario
para poder
vivir….
“Guantánamo, 1970,
p.53
También me parece que una sabia “edición”
salvaría o mejoraría este otro poema:
Son los que se
acostumbran a
fingir,
los que se vuelven
ingratos, no
por hacer daño
sino conservar
el equilibrio,
los que no
volverán a mirar a
los ojos de sus
semejantes,
los que
deambularán en las
tinieblas,
los que se dejan
conducir
mansamente aunque
adentro
les crece el odio feroz.
Son los que sin dares cuenta,
sin notarlo
apenas,
lo irán perdiendo
todo.
“Los temerosos”
p. 54
Te he citado estos poemas porque ilustran tres
de los momentos más afortunados del libro. Me he tomado la libertad de
“editarlos”, es decir, despojarlos del peso muerto, de lo que les sobraba y
debilitaba, supongo que eso es precisamente lo que hubiera hecho un buen editor
si lo hubieras tenido, pero no creo que ésa sea la práctica habitual en Miami.
En realidad el libro tiene numerosos buenos momentos entre otros que no lo son.
Eso nos pasa a todos y casi siempre en los primeros libros. Nada, mi socio, que
la excelencia solo se consigue con el “rewriting”. No hay otro modo. Pero no te
quiero abrumar con una discusión
teórica…
Cuando comencé esta carta (no pensé que se
prolongaría tanto) pensé que te escribía a tí, al muchacho que fuiste, a quien
yo conocí – o creí conocer- en Guantánamo… Pensé tambien que todo esto podría
ser un ejercicio inutil, como convocar a un fantasma, pues ahora quizás ya tú
eras “otro”. Pienso en el “Je suis autre” de Rimbaud. Pero de la misma manera
que “Je suis autre” y a la vez el mismo que frecuentaba los cines de Guantánamo
y trataba de explicarme el mundo –audacias de la ignorancia!- en el parquete de aquel pueblo, pienso que, discrepando del
dictum nerudiano, podamos declarar que sí, que nosotros los de entonces,
todavía somos los mismos; solo que con tres o cuatro ciudades fascinantes y
monstruosas en los ojos, la melancolía de la extenuada Europa y la alienación de Norteamérica en las maletas y un visión
quizás más pesimista y menos fabulosa del mundo. Por ello es que al escribirte –lo veo ahora claramente-
escribo al hablante, a la persona poética de esos textos que componen tu libro.
Es que, discrepando de otra autoridad “very fashion- able” en los medios académicos
internacionales (Lacan), quiero creer que “quien habla es quien escribe” al
menos en tu caso. Dicho lo cual, puedo empezar a decirte de mí (lo que es menos
interesante: hablar del otro, es decir de tí, lo es más).
Yo me largué de Gtmo. nadando por la Bahía en
octubre del 73. Lo hice solo. Aunque había planeado el viaje con un compañero
de la Universidad de La Habana, al llegar al punto de partida (detrás de Los
Caños), nos separamos. El quedó atrás, yo continué viaje. A Dios gracias, hoy
podemos contar el cuento. Ambos lo logramos. El primer mes lo pasé en Miami
enseñando en una escuela de idiomas en el Dupont Plaza (Inlingua School of
Languages). Allí solo duré un mes, pues vine a New York por un week end y ya
nunca regresé. Entonces Miami me pareció demasiado provinciano y acultural (la vida en La Habana era más interesante
culturalmente –supongo que Miami es hoy ya otra cosa- , pero aquella fue mi
impresión primera y yo decidí en llegando que no me quedaba allí ni
muerto.
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GUANTANAMO BAY
Por JORGE OLIVA
La noche se
tiende sobre la bahía.
Es la hora del
viento cálido y salado,
del rumor del
mar,
del feroz
cantar de los grillos,
de las luces
insomnes de Caimanera
y su perenne y
erizada vigilia
en la aparente
quietud del verano.
No lejos,
donde se abre
el mar y despunta la bahía,
los Beach –
Boys desgarran violentos la noche,
patean
aúllan
con sus
flamantes guitarras elécttricas
desde la US American Forces Radio Guantánamo Bay.
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