LA ULTIMA CONVERSACION DEL POETA
SOSTENIDA CON EL PADRE PASTOR GONZALEZ ANTES DE SUICIDARSE.
Dedicado a “La Comisión de la Verdad
Ariel Falcón”.
@Manuel Prieres
Aproximadamente las 1.30 de la
madrugada cuando Pastor recluído en su habitación, con los ojos rojos y
humedecidos, terminaba de leer los
manuscritos que le había hecho depositario Ariel días antes. En su rostro había
tristeza. Expresión muy pocas veces vistas en él ya que siempre, aún en los
momentos más difíciles, traslucía calma y confianza. Sin embargo, ahora en la
privacidad de su habitación, sus manos temblaban.
“Tengo que hablar con Ariel antes que
sea demasiado tarde” –se dijo para sus adentros.
Ocurría que ese domingo era el ultimo
día de los carnavales, y Pastor aprovechó para pedirle a Ariel que lo
acompañase a caminar la calle Carlos Manuel de Céspedes de arriba a abajo donde
se celebran tradicionalmente los carnavales en Guantánamo. Ariel accedió y
quedaron en verse a las 9.00 p.m. en la puerta trasera de la Iglesia
finalizados los oficios dominicales.
Finalmente, ambos se vieron caminando
por la calle de carnavales confundidos entre un público celebrante. Pastor
miraba con curiosidad a su alrededor. Sin embargo Ariel parecía estar ajeno a
lo que lo rodeaba por más estridentes y
espectaculares que fuesen los bailes, las congas, las cervezas en baldes (por
escasear las botellas) cruda y contaminada con el polvo levantado y que iba a
depositarse dentro de los recipientes utilizados por los celebrantes, como
jarros, cubos, frascos, un gentío anárquico, ebrio, problemático.
Hasta que decidieron regresar a la
paz y el orden del Curato.
Era ya cerca de media noche pero
Pastor le pidió a Ariel que le acompañase un rato más, quería conversar con él.
Ambos sentados en el mullido sofa
predilecto por todos en el Salón de Visitas.
__Hijo, me preocupa tu estado de
ánimo. Más cuando ahora que he leído tus cosas veo que estás dentro de un
laberinto sin salida. Quiero que esta noche no te vayas de aquí, sin antes
haberme prometido que vas a poner de tu parte.
El joven poeta que tenía la mirada
fija en el enmosaicado piso, levantó la cabeza y mirando fijamente a aquel
hombre de sotana que con los años había aprendido a querer y respetar, dijo:
__Bien. Voy a sacar esto que tengo
dentro y que me quema como una brasa ardiente. !Voy a compartir con usted mi tormento!
El padre Pastor en silencio aguardaba
con marcada atención.
__Tengo ahora 24 años __comenzó a
hablar Ariel__ Recuerdo cuando lo conocí. Tiempos aquellos enojosos cuando su
llegada aquí; cuando la confusion, el miedo, las turbas de milicianos en las calles gritando y arrasando a su paso.
Tenía 16 años y recuerdo que junto a Dagoberto, Pepé y otros nos acercamos a
usted ofreciéndole nuestra solidaridad y protección. ¿Recuerda Padre? (Pastor
asintió con la cabeza). Sin embargo, para mí fueron, a pesar de las tribulaciones,
años hermosos que me ayudaron mucho en mi formación y crecimiento. Usted sabe
cuan difíciles son los 15, los 16, los 17 para cualquier muchacho que no sabe
si es hombre u otra cosa. Nos insufló usted fuerza moral para sortear los
riesgos y las flaquezas que nos salían al paso en cada momento. Pero han pasado
los años, y el resultado final es que he sido muy golpeado. No sé si es que soy
un flojo, no sé si es que soy muy sensible, ¿acaso mi mala suerte? Lo cierto es
que he !reventado!
___No hables así___le salió al paso
Pastor.
___!Escúcheme, Padre! Ahora soy el
que quiere hablar hasta por los codos. Calle, por favor.
“Como usted sabe mi familia está
integrada a la revolución. Es verdad no es que sean comunistas, pero sí
encantados por el proceso. Yo vengo a ser como la oveja negra. Amo a mis padres
porque en el fondo son buenos, pero la revolución como si los hubiese enajenado.
“Cuando terminé mi bachillerato
decidí ir a la Universidad de La Habana a estudiar Ciencias Biológicas. Ya en
la capital, poco a poco me fuí haciendo un agradable ambiente a mi alrededor.
Logré meterme en la Coral de la Universidad, y en una oportunidad que se iba a
montar la obra de Cecilia Valdés se me escogió para que cantase en ella. Todo
iba bien, pero que un día
recibí un telegrama de
mi familia en que se me pedía regresase inmediatamente a Guantánamo porque
estaba citado por el Servicio Militar Obligatorio.
“Regresé, y lo que me aguardaba era el feo rostro de una
realidad que se llamaba el UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Producción). En
las llanuras de Camagüey, en un sombrío páramo conocido como La Esmeralda, me
estaba aguardando un sitio. ¿Mi delito? Ser Católico práctico y militante.
Ariel se había incorporado del sofa:
“Cierto, el UMAP hizo añicos gran parte de mis sueños e ilusiones depositados
en mis estudios y permanencia en La Habana. Había tenido que regresar al
Oriente a purgar mi cuota “delictiva”. Para mí el UMAP fué devastador y
lascerante ya que jamás, en los dos años
y medios de permanencia en aquellos inhumanos campos de trabajos forzados, pude
acostumbrarme a la vida de paria, de
penurias, enfermedades, golpizas y miedo constante. A diferencia de
otros de mis compañeros, nunca acabé por adaptarme a la infamia oficial
fríamente calculada y ejecutada para triturar. Mi instinto de conservación
sencillamente que no funcionó. Las horas, los días, los meses, los años, se
tornaron un martirio.
“Cuando
mi hermano enfermó de gravedad…pude venir a verlo porque antes, a ex profeso,
me corté con la “mocha” el tendon de la mano derecha. Todavía la cicatriz es un
verdugón, !mire, Padre! (le enseñó la mano estropeada). Sí, demencial, pero era
la única forma de estar junto a mi hermano. A tiempo llegué para permanecer a
su lado a la hora de la muerte de aquél que era sangre de mi sangre”.
Ariel contempló a Pastor: “Usted
tiene que entender que he tenido mala suerte. Cuando por fín fuí liberado del
UMAP , atrás quedaban dos años y meses de mi vida. Regresé, y primero que todo
gestioné mi reincorporación a la
Universidad de La Habana. Y ¿cuál fué el resultado?: “Negativo, ciudadano: su
expediente dice que fue castigado en el
UMAP por lacra social”.
“Un día, con mi ración a las
espaldas, toque a las puertas del MICONS
(MINISTERIO DE CONSTRUCCION) solicitando trabajo. Lo conseguí gracias a mis
altas calificaciones de bachiller y casi universitario.
Aparentemente en
aquella Unidad del gobierno no interesaba tanto mi pasado de desterrado. Fue
entonces que me animé algo, participé con mucho entusiasmo en las actividades
de nuestra Parroquia y hasta gané el Primer Premio Literario en el género de Poesía
que patrocina anualmente nuestra Parroquia; pero la mala suerte otra vez me
asaltó porque la noticia de mi poesía
Premiada corrió como un reguero de pólvora hasta llegar a oídos de los
comunistas. Un día estando en mi trabajo se me acercó el jefe superior, un veterano
comandante de La Sierra, y me “escupió”
en tono de pocos amigos:”Sabemos que estás escribiendo poesía
contrarrevolucionaria, aconséjate, porque eso te va a perjudicar”.
No pasaron muchos días de mi desdichado
encuentro con el comandante, cuando
estando laborando en mi Departamento se me informo que integraría una Brigada
Voluntaria de apoyo en los cortes de caña de la zafra gigante de los 10
Millones. Ahí estaba inflexible la represalia por “haber escrito poesía
contrarrevolucionaria”. Y era conmigo la cuestión porque al resto de mis compañeros de Departamento no se les molesto.
Lo demás ya lo conoce, Padre. A la hora de subir al camión me vino un
desmayo que si bien evitó me llevasen a
la agricultura movilizado permanente, significó la desgracia que a partir de
ese momento mi salud quedaba bastante afectada pues aquello había sido un
principio de derrame cerebral.
Frustracción, tras frustracción;
golpes tras golpes. Qué planeta éste que nos ha tocado vivir que dijera en mi
poesía. La Guerra del viet nam; la discriminación racial con sus secuelas de brutalidad
e injusticia; las manifestaciones estudiantiles en Francia, en Méjico, con
saldo de huesos rotos en La Plaza de la Concordia, en la de Tlatelolco. Y más
cerca de nosotros esta Revolución de “miasma”.
“ Para colmo de los colmos me he
enamorado. Una chica maravillosa llamada Carmen que se va del país. Ha
presentado los papeles a Inmigración junto a su familia. Y yo con mis 24 años
necesito tres más para poder presentar mi solicitud de salida. OK, señores, puedo irme por la frontera de la Base Naval, pero, soy franco, me aterroriza la
idea de volver a caer preso. No
soportaría más un Campo de Concentración camagüeyano”.
Ariel Calló.
__Te he escuchado con mucha
atención__ era Pastor quien salió de su mutismo__. Permiteme que te cuente una
anécdota
histórica.
__Se dice que cuando los colonizadores españoles se enseñoreaban por el Imperio Azteca, hoy Méjico, había dos nativos: uno se llamaba “Cuauhtémoc” y el
otro era su sirviente. Este ultimo que no resistía el rigor a que eran
sometidos, se dirigió a su amo y le dijo: “No puedo más…” A lo que su señor le
respondió: “¿Acaso estoy en un lecho de rosas…?
__Con esto, mi caro; quiero que
comprendas que no hay “lecho de rosas” para nadie. Todos hemos sufrido el ardor
de las brasas enrojecidas. En mi caso particular, aún muy niño, nuestra madre
murió y tuve que padecer lo indecible para echar “alante” la numerosas familia
que éramos. Hum. Si yo te detallara aquí los sorgos amargos que tuve que
tragar. Pero más cercano, te acuerdas del reciente caso del joven __ conocido
por todos como “Claclá”__ quien al sufrir un fuerte estado depresivo se arrojó
a las ruedas del tren cañero en el “Puente Negro”. Hoy, sin embargo, aunque
perdió las dos piernas, rehabilitado lo vemos por el Parque montado en su silla
de ruedas, con más deseos de vivir que nunca. Eso mi querido Ariel es otro
ejemplo, además, no olvides que somos criaturas de Dios y no podemos disponer
de…
Ariel sonrió no dejando al Padre terminar la idea: “Conozco la historia del
Emperador Cuauhtémoc y su fiel pero flojo lacayo. Verdad que es…
__!No me interesa si lo conocía o no! __reaccionó Pastor enérgicamente__.
!Lo que quiero sabe si has captado la moraleja!
Ya era bien avanzada la madrugada cuando Ariel cerró la puerta del Curato
trasde sí. La entrevista con Pastor se había prolongado más de lo creído. Se
detuvo en la acera y miró fijamente hacia el edificio del “Sector 10” del
Ministerio del Interior a solo cruzar la calle de Pedro A. Pérez. Se quedó
observando aquella mole de hierro y concreto, pintado de verde, y con su Mirada
pareció maldecir aquella trituradora de sueños, esperanzas, carnes y huesos.
Por último, comenzó a caminar por la
calle doblando en la siguiente esquina y tomando Carretera abajo. Las manos en
los bolsillos del pantalón, cabizbajo y mirando al suelo de la acera.
Conclusión
Tomado del libro de “Senderos de Rocío y Sal”
Autor @Manuel Prieres
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