martes, 16 de mayo de 2017

UN CURA Y UN POETA EN TIEMPOS DIFICILES




UN CURA Y UN POETA
EN TIEMPOS DIFICILES

@Manuel Prieres

Aproximadamente las 1.30 de la madrugada cuando Pastor recluído en su habitación con los ojos rojos y humedecidos terminaba de leer  los manuscritos que le había hecho depositario Ariel días antes. En su rostro había tristeza. Expresión muy pocas veces vistas en él ya que siempre, aún en los momentos más difíciles, traslucía calma y confianza.

“Tengo que hablar con Ariel antes que sea demasiado tarde” –se dijo.

Ocurría que ese domingo era el último día de los carnavales, y Pastor aprovechó para pedirle a Ariel que lo acompañase a caminar la calle Carlos Manuel de Céspedes de arriba a abajo donde se celebraban los carnavales  Guantánameros. Ariel accedió y quedaron en verse a las 9.00 p.m. en la puerta trasera de la Iglesia finalizados los oficios dominicales.

Ambos se vieron caminando por la calle de carnavales confundidos entre un público celebrante. Pastor miraba con curiosidad a su alrededor. Sin embargo Ariel parecía estar ajeno a lo que le rodeaba por más estridentes  y movidos que fuesen los bailes, las congas, las cervezas en baldes (por escasear las botellas) cruda y contaminada con el polvo levantado y que iba a depositarse dentro de los recipientes utilizados por los celebrantes.Jarros, cubos, frascos, un gentío anárquico, ebrio, problemático.

Finalmente regresaron al Curato.

Era ya cerca de media noche pero Pastor le pedía a Ariel que le acompañase un rato más, quería conversar con él.


__Hijo, me preocupa tu estado de ánimo. Más  ahora que he leído tus cosas veo que estás en problemas. Quiero que esta noche no te vayas de aquí sin antes haberme prometido que vas a poner de tu parte.

El joven mirando fijamente a aquel hombre de sotana que con los años había aprendido a respetar, dijo:

__Voy a sacar esto que tengo. Voy a compartir con usted lo mío.

__Tengo 24 años.__ Recuerdo cuando lo conocí. Tiempos aquellos enojosos cuando la confusión, el miedo, las turbas de milicianos en  las calles gritando “buitres con sotana”y arrasando a su paso.

Tenía 16 años y recuerdo que junto a Dagoberto, Pepé y otros nos acercamos a usted ofreciéndole nuestra solidaridad y protección. ¿Recuerda Padre? (Pastor asintió con la cabeza). Sin embargo, para mí fueron años que me ayudaron mucho en mi formación y crecimiento. Usted sabe cuan difíciles son los 15, los 16, los 17 para cualquier muchacho que no sabe si es hombre u otra cosa. Nos insufló usted fuerza moral y técnicas para sortear los riesgos y las flaquezas que nos salían al paso en cada momento. Pero han pasado los años, y el resultado final es que soy un desastre. ¿Acaso mi mala suerte? Lo cierto es que he !reventado!

Le salió al paso Pastor.

___!Escúcheme, Padre! Ahora soy el que quiere hablar hasta por los codos. Calle, por favor.

“Como usted sabe mi familia está integrada a la revolución. Es verdad no es que sean comunistas, pero sí encantados por el proceso. Yo vengo a ser como la oveja negra. Amo a mis padres porque en el fondo son buenos, pero la revolución como si los hubiese enajenado.

“Cuando terminé mi bachillerato decidí ir a la Universidad de La Habana a estudiar Ciencias Biológicas. Ya en la capital, poco a poco me fuí haciendo un agradable ambiente a mi alrededor. Logré meterme en la Coral de la Universidad, y en una oportunidad que se iba a montar la obra de Cecilia Valdés se me escogió para que cantase en ella. Todo iba bien, pero un día recibí un telegrama  de mi familia en que se me pedía regresase inmediatamente a Guantánamo porque estaba citado por el Servicio Militar Obligatorio.

“Regresé, y lo que me aguardaba era el feo rostro de una realidad que se llamaba el UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Producción). En las llanuras de Camagüey, en un sombrío páramo conocido como La Esmeralda me aguardaaba un sitio.

¿Mi delito? Ser Católico práctico y militante.

 “Cierto- continuó Ariel-, el UMAP hizo añicos gran parte de mis sueños e ilusiones depositados en mis estudios y permanencia en La Habana. Había tenido que regresar al Oriente a purgar mi cuota “delictiva”. Para mí el UMAP fue un sin sentido ya que jamás, en los dos años y medios de permanencia en aquellos inhumanos campos de trabajos forzados, pude acostumbrarme a la vida de paria, de  penurias, enfermedades, golpizas y miedo constante. A diferencia de otros de mis compañeros, nunca acabé por adaptarme a la infamia oficial fríamente calculada y ejecutada para triturar. Mi instinto de conservación sencillamente que no funcionó. Las horas, los días, los meses, los años, se tornaron en una  pesadilla.

“Cuando mi hermano enfermó de gravedad…pude venir a verlo porque antes, a ex profeso, me corté con la “mocha” el tendon de la mano derecha. Todavía la cicatriz es un verdugón, !mire, Padre! (le enseñó la mano estropeada). Sí, demencial, pero era la única forma de estar junto a mi hermano. A tiempo llegué para permanecer a su lado a la hora de la muerte de aquél que era sangre de mi sangre”.

Ariel contempló a Pastor: “Usted tiene que entender que he tenido mala suerte. Cuando por fín fuí liberado del UMAP , atrás quedaban dos años y meses de mi vida. Regresé, y primero que todo gestioné mi reincorporación  a la Universidad de La Habana. Y ¿cuál fué el resultado?: “Negativo, ciudadano: su expediente dice que fue castigado en  el UMAP por lacra social”.

“Un día, con mi ración a las espaldas,  toque a las puertas del MICONS (MINISTERIO DE CONSTRUCCION) solicitando trabajo. Lo conseguí gracias a mis altas calificaciones de bachiller y casi universitario. 

Aparentemente en aquella Unidad del gobierno no interesaba tanto mi pasado de desterrado. Fue entonces que me animé algo, participando con mucho entusiasmo en las actividades de nuestra Parroquia y hasta gané el Primer Premio Literario en el género de Poesía que patrocina anualmente nuestra Parroquia; pero la mala suerte otra vez me asaltó porque  la noticia de mi poesía premiada corrió por los mentideros hasta llegar a oídos de los comunistas. Un día estando en mi trabajo se me acercó el jefe superior, un veterano  comandante de La Sierra, y me “escupió” en tono de pocos amigos:”Sabemos que estás escribiendo poesía contrarrevolucionaria, aconséjate, porque eso te va a perjudicar”.

No pasaron muchos días de mi desdichado encuentro con el  comandante, cuando estando laborando en mi Departamento se me informó que integraría una Brigada Voluntaria de apoyo  de la zafra gigante de los 10 Millones. Ahí estaba la represalia por “haber escrito poesía contrarrevolucionaria”.

La vendetta era conmigo porque al resto de mis compañeros de Departamento no se les molestó. Lo demás ya lo conoce, Padre. A la hora de subir al camión me vino un desmayo  que si bien evitó me llevasen a la agricultura movilizado permanente, significó la desgracia que a partir de ese momento mi salud quedó bastante afectada pues aquello había sido un principio de derrame cerebral.

Frustracción, tras frustracción; golpes tras golpes. Qué planeta éste que nos ha tocado vivir como escribiera en mi poesía. La Guerra del viet nam; la discriminación racial con sus secuelas de brutalidad e injusticia; las manifestaciones estudiantiles en Francia, en Méjico con huesos rotos en La Plaza de la Concordia, en la de Tlatelolco. Y –claro- más cerca de nosotros en esta Revolución de “miasma” tambien con saldo de “almas golpeadas”.

“ Para colmo de los colmos me he enamorado. Una chica maravillosa llamada Carmen que se va del país. Ha presentado los papeles a Inmigración junto a su familia. Y yo con mis 24 años necesito tres más para poder presentar mi solicitud de salida. OK,  puedo irme por  la “Base”, pero, soy franco, me aterroriza la idea  de volver a caer preso. No soportaría más un campo de concentración camagüeyano”.

 Calló Ariel.

__Te he escuchado con mucha atención__ era Pastor saliendo de su mutismo__. Permíteme que te cuente algo.

__Se dice que cuando los colonizadores españoles se enseñoreaban por el Imperio  Azteca, hoy Méjico, habían dos  nativos: uno se llamaba “Cuauhtémoc” y el otro era su sirviente. Este ultimo que no resistía el rigor a que eran sometidos, se dirigió a su amo y le dijo: “No puedo más…” A lo que su señor le respondió: “¿Acaso estoy yo en un lecho de rosas…?

__Con  esto, mi caro; quiero que comprendas que no hay “lecho de rosas” para nadie. Todos hemos sufrido el ardor de las brasas enrojecidas. En mi caso particular, aún muy niño, nuestra madre murió y tuve que padecer lo indecible para echar “alante” la numerosas familia que éramos. Hum. ¿Si yo te detallara aquí los sorbos amargos que tuve que tragar? Pero más cercano, te acuerdas del reciente caso del jóven __ conocido por todos como “Claclá”__ quien al sufrir un fuerte estado depresivo se arrojó a las ruedas del tren cañero en el “Puente Negro”. Hoy, sin embargo, aunque perdió las dos piernas, rehabilitado lo vemos por el Parque montado en su silla de ruedas, con más deseos de vivir que nunca. Eso mi querido Ariel es otro ejemplo, además, no olvides que somos criaturas de Dios y no podemos disponer de……

Ariel no dejó al Padre terminar la idea: “Conozco la historia del Emperador Cuauhtémoc y su fiel pero flojo lacayo. Verdad que es……

__!No me interesa si lo conocía o no! __reaccionó Pastor enérgicamente__. Lo que quiero saber si has captado la moraleja.

Era bien avanzada la madrugada cuando Ariel cerró la puerta del Curato tras de sí. La entrevista con Pastor se había prolongado más de lo esperado.

Se detuvo en la acera y miró fijamente hacia el edificio del “Sector 10” del Ministerio del Interior a solo cruzar la calle de Pedro A. Pérez. Se quedó observando aquella mole de hierro y concreto, pintado de verde, mientras con su mirada pareció maldecir aquella trituradora de sueños, esperanzas, carnes y huesos.

 Comenzó a caminar por  la calle doblando en la siguiente esquina tomando Carretera abajo. Las manos en los bolsillos del pantalón, cabizbajo mirando al suelo de la acera.

Le esperaban la bencina, el fosforo y la historia.
@Manuel Prieres
Miami
Mayo 14 del 2017

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