martes, 22 de julio de 2008

OCHOA: EL GENERAL QUE LE COSTO LA VIDA EL NO HABER APRENDIDO DE LA HISTORIA.














OCHOA:
EL GENERAL QUE LE COSTO LA VIDA
EL NO HABER APRENDIDO DE LA
HISTORIA.

Por Manuel Prieres
Foto 1) El Mercedez Benz que le regaló el tirano etiope Mengistu Haile Mariam al General Arnaldo Ochoa.
Foto 2) Escipión "El Africano". foto 3) El General George Patton. Foto 4) De izquierda a Derecha: General Arnaldo Ochoa, General Senén Casas Regueiro, Fidel Castro, General Rafael Del Pino, General chileno Anaya Castro y Victor Drake (Jefe de la Dirección Política del MINFAR por esos tiempos). El oficial entre Fidel Castro y el General Del Pino, Coronel chileno Roberto Souper.

Paredón de Fusilamiento (Julio 13 de 1989) CUBA.

Es muy posible que si el General de División Arnaldo Ochoa Sánchez, héroe de la República de Cuba, hubiese sido un amante y conocedor de la historia, su fin, a lo mejor hubiera sido otro. No tan dramático, tan patético, tan sangriento en el paredón. A lo mejor si hubiese conocido de la tragedia de Escipión “El Africano”, general romano, quien al regresar a casa después de haber librado mil batallas victoriosas en tierras lejanas, se le condenó al ostracismo; quien sabe si conociendo mejor los días finales de Julio César y Patton, a lo mejor –repito- se hubiera puesto en guardia y salvado.

No fue así. Es más, grave error cometió Ochoa cuando a su regreso definitivo a Cuba –concluidas las aventuras napoleónicas castristas alrededor del mundo- no advirtió que brillaba demasiado; que su corona de laureles adornándole las sienes era demasiado atractiva en la sicología de la comunidad militar internacionalista que veía en él a su lider insdiscutible.

Atracción ésta para sus subalternos, que mientras se manifestase en Ultramar, no importaba a los Castro; pero ya en La Habana, y su casa construída con maderas preciosas africanas llenándosele diariamente de veteranos de guerra, viajando en un Mercedez Benz por las calles capitalinas que le hubo de regalar el tirano etiope Mengistu Haile Mariam, entonces todo ello sí comenzaba a preocuparle al Ministro del MINFAR y al Comandante en Jefe.

Ochoa cándidamente continuaba sin ponerse en guardia ante la evidencia sempiterna que los Castro jamás han permitido que se les haga sombra.

Por aquellos días del sonado escándalo Ochoa-De La Guardia, se argumentaba febrilmente en algunos círculos anticastristas que todo era producto de una conspiración militar contra los Castro, pues ya se percibía muy sutilmente en el espectro castrense cubano una falange fruncista soviética en franca divergencia con la línea militar raulista. Pero en nuestra opinión eso no es cierto. Pura novela, señores. Si Ochoa hubiera estado conspirando, no habría caído en manos de Colomé Ibarra (Furry), Jefe de la Contrainteligencia Militar del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), tan fácilmente como sucedió. De aquel conato no llegó a las playas de La Florida ni un solo sobreviviente del supuesto “complot”. Luego no había conspiración por ningún lado, sino purga.

El affaire Ochoa-De La Guardia no fue más que una especie de golpe de estado de Raúl Castro con el apoyo de sus hombres del Segundo Frente, para imponer –de una vez por todas- la línea raulista en la comunidad militar del MINFAR. Claro. Esto, evidentemente, realizado sobre los escombros y las ruinas de ese surrealista mundo de poder levantado por el Comandante en Jefe a su alrededor… a través de los años. EL MININT(Ministerio del Interior), las Tropas Especiales, el CIMEX, etc. Todo se venía abajo gracias a los buenos auspicios de la Contrainteligencia del MINFAR bajo la batuta del general de tres estrellas Colomé Ibarra (Furry), hombre de Raúl, mientras Fidel, desmoralizado, tenía que aceptar la defenestración de su muchacho predilecto, Abrantes.
El comportamiento del general Ochoa en el proceso que se le siguió, ejemplariza típicamente cómo reacciona un marxista-mesiánico cuando cae en desgracia. En una parte del juicio. Ochoa, cabizbajo y como midiendo las palabras, reafirmó su lealtad al Comandante en Jefe y su confianza en la Revolución. Muestra evidente de la “autocrítica revolucionaria”. Viniéndome a la mente la obra clásica de Arthur Koestler, “El Cero y el Infinito”, donde en una parte se produce una conversación entre dos prisioneros en los fosos de la Lubianka soviética, en tiempo de las purgas estalinistas. Uno era un viejo bolchevique caído en desgracia; el otro un ruso blanco cumpliendo una larga prisión. El comunista le confesaba al contrarrevolucionario:”hay algo que envidio en ustedes: su religiosidad, su mundo interior, sus valores ancestrales que los hacen soportar grandes pruebas y sacrificios con resignación y dignidad. Yo, en cambio, cuando me falla el Partido, me quedo vacío”.

Al general Ochoa le sucedió algo parecido al fallarle la superestructura que lo había elevado al Olimpo: el Partido. Arnaldo Ochoa: una pieza valiosísima del internacionalismo cubano-soviético. Repasemos su ficha internacionalista: “Promoción de las Guerrillas en Venezuela como asesor destacado; jefe de las fuerzas cubanas en el Congo; adiestrador de organizaciones africanas como las SWAPO, ZAPU, FRELIMO y el Congreso Nacional Africano; estudiante de la Academia Militar Soviética de FRUNZE; consejero en el Estado Mayor norvietnamita del general Nguyen Giap; Argelia; la guerra del Yon Kippur, Zaire, Etiopía, Somalia, Yemen del Sur, Mozambique, Siria, Laos, Afganistán, Nicaragua, Granada, Angola…muerte, tierra calcinada, pueblos comunizados, victorias, reveses, fama, grados, insignias, privilegios, excesos, corrupción, bacanales, mercedez Benz…

Su legado a la humanidad: ¿Acaso la de un peón destacadísimo de la política mercenaria de correlación de fuerzas soviéticas en el Tercer Mundo? ¿El haber, quizás, satisfecho los sueños imperiales y napoleónicos de un delirante y surrealista comandante caribeño? ¿El placer compulsivo de coleccionar trofeos de guerra de todas las latitudes? ¿Comunizar al mundo?

Pero si él hubiera sido un estudioso de la historia, habría descubierto cómo un Julio César desaparecía en forma grotesca cosido de puñaladas por la espalda empuñadas por Bruto y Casio; o un solitario, enfermo y amargado Bonaparte abandonado a su suerte en una despoblada y remota isla; o unos mariscales como Rommel, Von Kluge, Von Manstein dando desesperado fin a sus vidas con el pistoletazo de una Walter PPK en la sien o la minuscula y mortal píldora de cianuro. De ser así, quién sabe si hubiera evitado ese destino final cuando en una noche de lluvia torrencial el PAREDON le esperaba.

Epílogo: más benévola fue Roma con Escipión “El Africano”, que La Habana con Ochoa “El Internacionalista”. ▀

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