viernes, 15 de enero de 2010

HAITI: ETERNA MEZCLA DE LETARGO Y VUDU.


Cabo Haitiano.

Palacio de Sans Souci

La Citadelle.

La Citadelle.
Fotos Google Internet

HAITI: ETERNA MEZCLA DE LETARGO Y VUDU.
Por Manuel Prieres

Cabo Haitiano verano de 1977.
Bajo la gobernación de Jean-Claude Duvalier "Baby Doc".

El mismo que antaño fuese el orgullo del Imperio Galo en el Caribe, hoy se presenta ante los ojos ávidos de curiosidad del turista recien llegado como una pequeña Villa portuaria cuyas modestas edificaciones nacen en las mismas estribaciones de la cercana montaña y descienden en apretada urbanización hasta el mar.

Al acercarnos por mar a estas tierras haitianas, lo primero que divisaremos en el horizonte será el histórico Cabo Francés. Y al aproximarnos más y más a dicha costera punta, obaservaremos en primer plano, un fortín antíguo en estado de abandono y olvido.

Cuenta la historia, que en 1802 llegó a este fortín -sudoroso y malhumorado- el General Leclerc (cuñado de Napoleón Bonaparte) trayendo expresas órdenes del "Pequeño Corso" para sofocar en forma drástica y ejemplarizante la revuelta existente entre negros esclavos comandados por el ex-cochero Toussaint Louverture.

Pero cuando junto a sus frescas tropas recien desembarcadas, hubo de acercarse a lo que debería ser Cap Francis (Cabo Haitiano), encontró solamente puesto en práctica su plan de "tierra Arrasada".

Hoy día, el único muelle de Cabo Haitiano es pequeño y de poco calado. Teniendo capacidad para atracar un solo barco de mediana capacidad; por eso, las motonaves grandes tendrán que echar ancla a distancia.. No obstante, a estos incovenientes, actualmente visitan semanalmente a Cabo Haitiano varias embarcaciones pertenecientes a compañías de cruceros de placer con base en Miami. El turismo y los dólares invaden a esta pintoresca villa en resultante paradoja a las invasiones de antaño de "colonialistas" y "marines".

Por eso, hoy resulta una bendición esta presencia foránea que a cambio de dejar dólares reciben un"estilo de vida" casi incomprensible: mezcla de letargo y culto vudú. También el fabuloso arte representante de la más genuina negritud haitiana, a precio barato, así como la panorámica de un urbano rural paisaje: cuan primitivo, cuan diferente y atrasado con que saciar la voracidad de las Kodak y Nikón.

Cuando cae la escalerilla del barco al pequeño muelle y comienzan a descender prestos los visitantes de todas gamas y colores, un ritmo cadencioso y tropical los recibe. Podría decirse que es una música mezcla de rumba cubana y merengue dominicano y que permanecerá retumbando alegremente a los oídos visitantes hasta no haber soltado los amarres nuevamente el crucero.

El turismo recien desembarcado (y a diferencia de las aguerridas tropas de Leclerc, en el pasado) se dividirán en dos partes: los que cogerán los diferentes "tours" para visitar los sitios más interesantes y los que "por cuenta y riesgo" dirigirán sus pasos hacia el cercano mercado colmado de souvenirs haitiano.

Inmediatamente que el pasajero desciende del barco que lo trae, un enjambre de "guias" darán al turista sus servicios. Y cosa curiosa: la mayoría serán políglotas.

El mercado público, a unos pasos del único muelle de Cap Haitien, es todo una macedonia zoco-arabe de oferta y demanda, de polvo y calor, de olores de cloacas y axilas. Sobre este particular diremos que el estilo de los nativos al ofrecer sus mercaderías resulta "interesante" al extremo, pues recurren a sin números de estratagemas para lograr la atención de los potenciales clientes que deambulan por el polvoriento mercado. Se le dirigen lo mismo en inglés que en francés, que en español: hello, Mister...monsieur...¡eh, señor!..."

Casi se le enciman a los visitantes para luego conducirlos a sus respectivas tiendas: y , ya logrado reclutar algún turista, comanzarán entonces el "regateo" entre las partes interesadas donde se culminará con la venta del artículo en la mitad o menos aún del precio inicial. No he visto sitio en el mundo donde "el regateo" sea más rentable.

El mercado ofrece a los visitantes toda una pródiga existencia de artículos bellamente trabajados a mano. Desde hermosos y magníficos óleos donde resaltan los colores fuertes representantes del más puro arte haitiano, hasta figuras de todas configuraciones y tamaño.. Jarrones; adornos de paredes; bastones finos trabajados al relieve; sombreros y jabas de yarey, así como las ya famosas y cononillos de madera.

Consignaremos también, que el turista que decida recorrer el mercado del muelle, no podrá escapar a los centenares de guías debidamente uniformados que les saldrán al paso ofreciendo sus servicios. Imposible escapar de algún que otro de estos osados e impertinentes anfitriones. Generalmente, insistirán que el turista recorra el centro (Down Town) para de esta forma poder guiarlos hasta la pequeña Plaza donde se destaca majestuosa la antigua Catedral de cúpula de aluminio símbolo evidente del catolicismo por aquellas tierras. En dicha pequeña plaza encontramos, además, varios hoteles situados estratégicamente a su alrededor; así como la recién construída biblioteca Henri Christophe
y el parquecito comunitario desde donde la estatua del esbelto Desalines atrae la atención de todos. Sitio donde los guías siempre insisten en retratarse junto a sus "clientes" bajo la pavorosa (en su buen sentido) estatua del procer haitiano.

"Señores, A Desalines le toca la gloria de haber dirigido la última y decisiva batalla contra los franceses en Vertieres, donde ocho mil expedicionarios galos prefirieron rendirse al ejército inglés para no caer en sus manos"-narra vehementemente el guía.

Henri Christópher, por su parte, es el arquitecto central de dos obras descomunales que dieron esplendor y leyenda a la 2da. nación en conquistar su Independencia en América: Haití. Nos estamos refiriendo al castillo de la Citadelle erigido por doscientos mil ex-esclavos en el mismo promontorio de una altísima montaña...y al que los turistas de hoy día llegan subidos en pequeños asnos para su disfrute y complacencia. También a él le debemos el palacio de Sans Souci, el "Versailles" del Nuevo Mundo, con un total de trescientas sesenta y cinco puertas y ventanas y el primer sistema de aire acondicionado (no eléctrico) que se construyera en el mundo. Toda esta maravilla, desgraciadamente, sería destruída posteriormente en una de las tantas confrontaciones intestinas entre haitianos.

También los turistas visitantes conocerán por labios del guía haitiano lo que representa y significa el Vudú en aquellas y tropicales tierras. El Vudú, según el interlocutor nativo, responde a una primitiva práctica religiosa entre el campesinado (mayoritario en Haití) que llegará con el tiempo a los de la ciudad también. Sobre el Vudú dijo en una ocasión Francois Duvalier (quien en vida sería Presidente vitalicio de Haití): "El Vudú identifica lo más puro y autóctono de nuestras raíces folklóricas".

En fin, cuando el turista decida retornar al barco, lo hará un tanto agobiado por el peso físico de lo adquirido a "buen precio"; como el aprendizaje urgente de un "modus vivendi"...de un pueblo exótico, sumido en una dimensión tan poco dificil de asimilar por el occidental promedio. Pero convencido, también, que el "letargo ancestral" de esta increíble nación caribeña no es ni lacónico ni eterno, y el futuro resulta un tanto esperanzador. El turismo, en parte, está contribuyendo a ello al desembarcar todas las semanas del año con un mensaje de buena voluntad a flor de labios.

Esto lo escribí hace 30 años en mi primera visita a Haití. En aquel entonces me pareció esperanzador el futuro de esa parte de la española, por eso lo escribí. Hoy, después de este terrible terremoto de 7 puntos en enero del 2010, Haití como nación al punto de desaparecer quedando solamente en forma asoladora una etnicidad barrida acompañada por su historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca he estado en Haití. De aquellas tierras, sólo conozco a los haitianos que trabajan por el Down Town de Miami. La mayoría son gente afectuosa y luchadora que, con una sonrisa te saludan aunque no te conozcan, en un gesto amistoso. No creo que la solución a su tragedia, sea el desarraigo, sino más bien, la oportunidad de crear otra realidad a partir de un hecho tan doloroso como lo ha sido este terremoto. Quizá una comisión internacional de personas cualificadas en la gestión de catástrofes, que se hiciesen cargo de reconstruir el país y grupos coordinados de personal especializado en psicología para ayudar a los ciudadanos a superar el trauma por la pérdida de sus seres queridos, sería una forma de devolverle una vida a Haití.
Ingenieros, arquitectos y empresas de construcción con personal capacitado para edificar en poco tiempo viviendas dignas y llevarles una vida mejor que la que han conocido hasta ahora, pero dentro de su tierra. Escuelas de capacitación que les provea de los conocimientos necesarios para que ellos pueden echar a andar su economía, no sé, algo que les haga 'despertar' y andar con pie fieme hacia un Haiti moderno y con futuro. Tienen una tierra fértil y llena de bonitos paisajes (por lo menos los que he visto en folletos turísticos, son verdaderamente bellos, llenos de verdor y una preciosa costa), y es posible que la agricultura bien gestionada les produjese buenas ganancias y atrajesen a un turismo de élite. Todo lo que les permita ser autónomos y vivir en su país en condiciones óptimas.
Si los sacan de su tierra, les desarraigan enviándoles a otros países, creo que lo único que conseguirán será alentar una rebeldía y una falsa esperanza.
Es mi opinión, y puedo equivocarme, pero es lo que pienso.