Abajo, a la izquierda, Peruchín Casas.
REMEMBRANZAS EN TIEMPO DE SEMANA SANTA
EL PADRE PASTOR CRUZO LA CALLE Y TOCO A LAS PUERTAS DEL “SECTOR 10” DEL MININT.
PART IV
Por Manuel Prieres
---¿Qué se le ofrece compañero sacerdote?
Formulaba la pregunta una miliciana responsable de Despacho en la Sede del Partido Comunista de la Regional Guantánamo-Songo-Yateras, situado frente al parque 24 de Febrero.
Era el Padre Pastor, cura párroco de Guantánamo, único sacerdote en una ciudad de cientos y tantos mil habitantes. Iba acompañado por el jóven Dagoberto, su manos derecha.
----Deseo tener una entrevista con el Secretario del Partido -le contestó el padre con voz suave pero firme.
----Negativo, compañero sacerdote. El compañero Secretario no se encuentra. Pero si quiere otro compañero lo atiende.
----No. Mejor dígale al Secretario que deseo hablar con él personalmente. Hoy estaré el día entero en la Casa Parroquial esperando su llamado. Créame, el asunto es de urgencia.
Ese día en el Curato las horas habían pasado sin apenas notarse mientras el padre Pastor y Dagoberto ponían en orden algunas actas matrimoniales y de bautismo en el Salón de Archivo.
Serían aproximadamente las 1 p.m. de la tarde cuando un ayudante seglar hizo su entrada en el Salón de Archivo para anunciar la presencia del Secretario del Partido.
Noticia que provocó que el rostro del buen cura se iluminase con síntomas de satisfacción, mientras dibujaba lo que pudiera ser una sonrisa al tiempo que le guiñana un ojo a Dagoberto.
----Anjá. Ha ocurrido un milagro: “Un comunista visitando la Casa de Dios” --alcanzó a decir en tono jocoso, mientras se disponía a recibir al miembro del PCC. Dagoberto, por su parte, quedaba en el Salón de Archivo en su labor de ordenar y clasificar las actas.
Aracelio Carvajal Santos. Secretario General del Partido Comunista, aguardaba de pie en el Salón de Visitas con la gorra militar verde oliva en sus manos. El traje de miliciano compuesto de pantalón verde oliva y camisa de mezclilla azul. Botas militares de confección soviética empercudidas de fango, y una pistola “Makarov” dentro de la cartuchera de piel color marrón.
Era nativo de Guantánamo, mestizo, alto y frisando los treinta años...
El padre Pastor hizo su entrada , y aún a distancia le extendió las manos al comunista mientras le expresaba:
----No esperaba yo que usted se molestara a venir hasta aquí: a lo más creía que me citaría al Partido, y a lo menos una llamada telefónica.
----SE equivocó compañero sacerdote; aquí estoy respondiendo a su recado.
----Ya veo, ya veo -respondió cortésmente el padre Pastor, mientras se disponía a iniciar la entrevista.
----Verá usted. En mi caso particular, y en el de la Parroquia en general, jamás se ha ido a ustedes a molestarlos para nada. Sin embargo, últimamente está ocurriendo algo que sí impone un diálogo entre nosotros para su inmediata solución.
----Explíquese compañero; estoy ansioso -espetó un tanto intrigado el comunista Carvajal.
---- Sucede –inició su charla nuevamente Pastor. Parecía increíble que aquel diminuto religioso desarrollase tanta confianza en sí mismo en momentos embarazosos como aquel –. Hará un par de meses están siendo vigilados mis pasos desde que salgo por la mañana hasta que regreso por la noche. Se me sigue cuando voy a la iglesia, cuando visito a mis enfermos particulares, cuando me dirijo una vez por semana al Hospital. Donde quiera que voy, ahí, atrás, tengo a dos muchachones que los pobres, deben de estar de lo más aburridos al compartir la metódica existencia de un cura –y continúo Pastor-. Como usted comprenderá eso no tiene sentido, y ya resulta insoportable para mí. De manera que quisiera saber cuál es el motivo para que a mí no se me pierda ni pies ni pisadas. Si se sospecha algo regístrese el Curato, la Iglesia, ¡lo que quieran! Si he cometido algún delito pues arrésteseme. ¡Ahh! Pero si no hay nada contra de mí, le pido que se me retire inmediatamente esa dichosa e incómoda, vigilancia.
---Lo he escuchado atentemente compañero sacerdote; pero ¿cómo sabe usted que ésos que le siguen son de los nuestros?
---Por favor, mi caro amigo Secretario (Pastor gustaba referirse a sus semejantes como “mi caro”). Esta ciudad no es tan grande como para que no nos conozcamos. Le puedo probar que esos jóvenes que me siguen, por mucho tiempo los he visto salir de ahí en frente –y señaló con su índice en dirección al edificio de “Manolito Martinez”, Cuartel General del “Sector 10”.
Carvajal no pudo evitar una sonrisa ante la perspicacia del singular religioso.
---Mire compañero sacerdote. En lo que respecta a nuestra delegación del Partido, por lo menos hasta ahora, no tenemos ninguna política de confrontación con la iglesia; incluso somos tan tolerantes que nunca se ha mandado a un cura a “picar caña”; los únicos que en Cuba no han ido a picar caña son los hombres de sotana. Por eso déjeme chequear con “El Sector 10” del MININT si hay algo específico en contra de usted. Y no se preocupe, ya tendrá noticias nuestras.
La entrevista habría de continuar por varios minutos más, hasta que el padre Pastor vio como el comunista se perdía detrás de la gran puerta pulimentada de la entrada principal del Curato.
Dagoberto, que había permanecido espectante en el Salón contiguo de la capillita, se reunió con Pastor.
----¿Qué hubo Padre?
---No te preocupes, Dago; mi experiencia me dice que ya los dichosos sujetos no nos molestarán más. Mi olfato de viejo zorro nunca falla...
CO0NCLUSION.
Tomado del Libro “Senderos de Rocío y Sal” autor Manuel Prieres, pag. 419-420
www,villagranadillo.com
EL PADRE PASTOR CRUZO LA CALLE Y TOCO A LAS PUERTAS DEL “SECTOR 10” DEL MININT.
PART IV
Por Manuel Prieres
---¿Qué se le ofrece compañero sacerdote?
Formulaba la pregunta una miliciana responsable de Despacho en la Sede del Partido Comunista de la Regional Guantánamo-Songo-Yateras, situado frente al parque 24 de Febrero.
Era el Padre Pastor, cura párroco de Guantánamo, único sacerdote en una ciudad de cientos y tantos mil habitantes. Iba acompañado por el jóven Dagoberto, su manos derecha.
----Deseo tener una entrevista con el Secretario del Partido -le contestó el padre con voz suave pero firme.
----Negativo, compañero sacerdote. El compañero Secretario no se encuentra. Pero si quiere otro compañero lo atiende.
----No. Mejor dígale al Secretario que deseo hablar con él personalmente. Hoy estaré el día entero en la Casa Parroquial esperando su llamado. Créame, el asunto es de urgencia.
Ese día en el Curato las horas habían pasado sin apenas notarse mientras el padre Pastor y Dagoberto ponían en orden algunas actas matrimoniales y de bautismo en el Salón de Archivo.
Serían aproximadamente las 1 p.m. de la tarde cuando un ayudante seglar hizo su entrada en el Salón de Archivo para anunciar la presencia del Secretario del Partido.
Noticia que provocó que el rostro del buen cura se iluminase con síntomas de satisfacción, mientras dibujaba lo que pudiera ser una sonrisa al tiempo que le guiñana un ojo a Dagoberto.
----Anjá. Ha ocurrido un milagro: “Un comunista visitando la Casa de Dios” --alcanzó a decir en tono jocoso, mientras se disponía a recibir al miembro del PCC. Dagoberto, por su parte, quedaba en el Salón de Archivo en su labor de ordenar y clasificar las actas.
Aracelio Carvajal Santos. Secretario General del Partido Comunista, aguardaba de pie en el Salón de Visitas con la gorra militar verde oliva en sus manos. El traje de miliciano compuesto de pantalón verde oliva y camisa de mezclilla azul. Botas militares de confección soviética empercudidas de fango, y una pistola “Makarov” dentro de la cartuchera de piel color marrón.
Era nativo de Guantánamo, mestizo, alto y frisando los treinta años...
El padre Pastor hizo su entrada , y aún a distancia le extendió las manos al comunista mientras le expresaba:
----No esperaba yo que usted se molestara a venir hasta aquí: a lo más creía que me citaría al Partido, y a lo menos una llamada telefónica.
----SE equivocó compañero sacerdote; aquí estoy respondiendo a su recado.
----Ya veo, ya veo -respondió cortésmente el padre Pastor, mientras se disponía a iniciar la entrevista.
----Verá usted. En mi caso particular, y en el de la Parroquia en general, jamás se ha ido a ustedes a molestarlos para nada. Sin embargo, últimamente está ocurriendo algo que sí impone un diálogo entre nosotros para su inmediata solución.
----Explíquese compañero; estoy ansioso -espetó un tanto intrigado el comunista Carvajal.
---- Sucede –inició su charla nuevamente Pastor. Parecía increíble que aquel diminuto religioso desarrollase tanta confianza en sí mismo en momentos embarazosos como aquel –. Hará un par de meses están siendo vigilados mis pasos desde que salgo por la mañana hasta que regreso por la noche. Se me sigue cuando voy a la iglesia, cuando visito a mis enfermos particulares, cuando me dirijo una vez por semana al Hospital. Donde quiera que voy, ahí, atrás, tengo a dos muchachones que los pobres, deben de estar de lo más aburridos al compartir la metódica existencia de un cura –y continúo Pastor-. Como usted comprenderá eso no tiene sentido, y ya resulta insoportable para mí. De manera que quisiera saber cuál es el motivo para que a mí no se me pierda ni pies ni pisadas. Si se sospecha algo regístrese el Curato, la Iglesia, ¡lo que quieran! Si he cometido algún delito pues arrésteseme. ¡Ahh! Pero si no hay nada contra de mí, le pido que se me retire inmediatamente esa dichosa e incómoda, vigilancia.
---Lo he escuchado atentemente compañero sacerdote; pero ¿cómo sabe usted que ésos que le siguen son de los nuestros?
---Por favor, mi caro amigo Secretario (Pastor gustaba referirse a sus semejantes como “mi caro”). Esta ciudad no es tan grande como para que no nos conozcamos. Le puedo probar que esos jóvenes que me siguen, por mucho tiempo los he visto salir de ahí en frente –y señaló con su índice en dirección al edificio de “Manolito Martinez”, Cuartel General del “Sector 10”.
Carvajal no pudo evitar una sonrisa ante la perspicacia del singular religioso.
---Mire compañero sacerdote. En lo que respecta a nuestra delegación del Partido, por lo menos hasta ahora, no tenemos ninguna política de confrontación con la iglesia; incluso somos tan tolerantes que nunca se ha mandado a un cura a “picar caña”; los únicos que en Cuba no han ido a picar caña son los hombres de sotana. Por eso déjeme chequear con “El Sector 10” del MININT si hay algo específico en contra de usted. Y no se preocupe, ya tendrá noticias nuestras.
La entrevista habría de continuar por varios minutos más, hasta que el padre Pastor vio como el comunista se perdía detrás de la gran puerta pulimentada de la entrada principal del Curato.
Dagoberto, que había permanecido espectante en el Salón contiguo de la capillita, se reunió con Pastor.
----¿Qué hubo Padre?
---No te preocupes, Dago; mi experiencia me dice que ya los dichosos sujetos no nos molestarán más. Mi olfato de viejo zorro nunca falla...
CO0NCLUSION.
Tomado del Libro “Senderos de Rocío y Sal” autor Manuel Prieres, pag. 419-420
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