LAS ATROCIDADES COMETIDAS POR EL "BON FRONTERIZO" DEL MINFAR EN LOS CAMPOS MINADOS FRENTE A LA BASE NAVAL USA DE GUANTANAMO. ESTA ES UNA HISTORIA REAL.
Mortíferos Campos Minados del lado cubano en la frontera
con la Base Naval USA en Guantánamo.
“Había cierta indecisión en los dos compañeros de fuga frente a la “Triple Cerca”,
cada uno quería que el otro tomara la iniciativa. Finalmente Ramonín se decidía a iniciar el cruce con Luis a unos pocos metros detrás, con el acuerdo de que al llegar al campo minado “si explotase una mina, el que resultase ileso que continuara hacia la meta final” ( una muestra evidenciadora de la psicología de los desesperados a la “hora de la verdad”). Ramonín avanzó hacia la alambrada, y al llegar frente a ella, tuvo con ayuda de unos guantes de picar caña, levantar los alambres de púas…para después irse deslizando trabajosamente por debajo viendo cómo se rasgaban sus ropas, a veces sus carnes, y con la espera, a cada minuto, de la explosión que los enviasen a la “Vía Láctea”. Sin embargo, los tristemente célebres “alambritos” que harían funcionar las espoletas mortales no aparecían, logrando, por ultimo, nuestros personajes superar la primera alambrada (de unos doce pies de alto) sin ningún contratiempo.
“Había que continuar la marcha; ahora sí ya no se podía regresar. Se escuchó el ruido del motor de un vehículo que se aproximaba por el terraplén que había quedado atrás. Era un Zil soviético del Batallón Fronterizo (FAR) que se dedicaba a patrullar los cuarenta y tantos kilómetros de cerca Peerlees. Ambos compañeros de aventuras se hundían en el polvo del terraplén número dos protegidos por las sombras de la húmeda noche.
“A los dos les costaría horas y más horas superar todas las alambradas metálicas y enmarañadas de la “Triple Cerca”. No obstante, la esperada y no deseada mortal explosión no se producía; logrando ambos cruzar la “inexpugnable” barrera sin estampidos, sin luces de bengalas y sin ningún encuentro con la adversidad.
“Ramonín, eufórico, lanzó su humanidad de 200 libras y 6,1 de estatura seguido de su compañero. No obstante el regocijo se desvanecería rápidamente al colisionar su cuerpo contra una nueva alambrada, este vez sin púas. Luis le recordó:”son las vietnamitas”. Efectivamente –en la oscuridad de la noche- se alzaba tremendamente visible un retorcijo de alambres en forma circular. Y teniendo ellos nuevamente que arrastrarse por debajo para lograr cruzar el nuevo valladar que les había salido al paso. Finalmente lo lograban, y se lanzaban hacia adelante en pos de la libertad que indicaba hacia el Sur. ¡De pronto! Ramonín tropezaba con algo en la tierra perdiendo el equilibrio, produciéndose, entonces, una terrible explosión a su derecha pareciéndose a fuegos artificiales en la conmemoración de una fecha patria importante de cualquier pueblo del mundo; colores anaranjados y verdes en la noche; el zumbido zzzz del viento (la fuerza expansiva). Ambos amigos se preguntaban: ¿Cómo estás? OK., sin novedad; era la respuesta en la oscuridad de la noche. Y de nuevo la loca carrera hacia la cerca de Peerless, pero otra vez Ramonín (a la vanguardia) perdía el equilibrio y otra y más ponderosa explosión los sacudía y ensordecía. Esta vez sí la metralla había cogido carne humana. Ramonín sentía tremendo dolor en el talon izquierdo; Luis había perdido una pierna de cuajo y se desangraba. Espantoso. Venía, entonces, el momento de las decisions de los desesperados. Uno (Luis) con sus graves heridas no podía incorporarse ni mucho menos continuar; el otro (Ramonín) con heridas en su cuerpo pero con mejor suerte tenía que decidir rápidamente porque Los Franterizos de las FAR seguro también habían escuchado las explosiones. Un último intento de Ramonín tratando de convencer al compañero postrado y dando gritos desgarradores de la necesidad de seguir la marcha hacia la cerca de Peerless USA. Pero infructuoso. Era hora de no perder más tiempo ya que los castristas estarían sobre sus Zil de guerra acercándose a toda máquina para darse “banquete”. Ramonín comenzó a correr con sus desgarraduras abiertas y dolorosas; su compañero, Luis, quedando atrás sumido en el horror, al borde de la muerte, pero aún desde el suelo... alcanzó decirle : âoœ¡Sigue tú! Yo esperaré otra oportunidad…si puedo”.
“Ramonín ahora (solo él) luchando desesperadamente contra arbustos, malezas y espineros. Piensa en Luis mutilado e indefenso, ya lejos. Piensa también en su lucha por alcanzar la libertad. Piensa en sus heridas que todavía no ha visto, pero que las siente en todo su cuerpo. Cree que ha avanzado demasiado y decide descansar, durmiéndose un instante; eso piensa él (lo cierto es que sufre un desmayo a causa de la pérdida de sangre). Cuando despierta (vuelve en sí) ve luces de bengala por doquier, escucha voces, ruidos de vehículos; él, en su confusión, piensa que son los americanos quienes le señalan el camino a seguir. Y se lanza hacia esa luz. Y es cuando escucha una voz que pide: “Agua, por favor, agua”, y otras voces en la oscuridad que responden: “¡Agua ahora, hijo de puta; después que querías abandonar tu Patria!...¿Eh? ¡Muérete ahora!” Y más voces llamando al soldado García, al soldado Americhe ( soldados fronterizos castristas campesinos de tierra adentro –muy jóvenes- traídos desde los puntos más remotos de la isla para que fuesen perros guardianes de la “integridad territorial de la Revolución”. Hombres que jamás escucharon antes hablar de un país llamado Estados Unidos, y al que sólo conocían como el “Imperialismo Yanqui”, ahora muy cerca –al frente- de ellos solamente separados por una cerca de Peerless).
“Ramonín, atemorizado, se da cuenta que ha regresado al punto de partida después de la última explosión, y –resguardado entre la noche y los arbustos costeros- ve con gran pena y desesperación a su compañero Luis en el suelo del terreno minado implorando agua a Los Fronterizos de las FAR, quienes lo observaban montados sobre sus jeeps y camiones Zil, alumbrandolo con reflectores pero sin atreverse a penetrar en la “Tierra de Nadie” (area de minas).
“Lleno de confusión nuestro fugitivo gira sobre sus talones y emprende una nueva y angustiosa carrera…pero esta vez huyéndole a la luz… a la claridad. Al rato, otra vez, le visita el sueño (un nuevo desmayo) pero ahora extraerá el pequeño machetín que lleva consigo, colocándolo con la punta en dirección donde piensa él se encuentra la cerca de Peerless Americana.
“El ruido de voces, vehículos motorizados, ráfagas de ametralladoras lo despiertan de su inconsciencia. Pone en orden sus pensamientos. Comprueba que Los Fronterizos de las FAR le buscan. Ve en la oscuridad de la noche una inmensa sombra ante él, se da cuenta de que es una loma y –sin pensarlo dos veces- hacia ella se dirige arrastrando su pesado y magullado cuerpo por charracos, malezas y cactus. Al coronar la cima, nuestro fugitivo comprueba que sus mudas de ropas (lleva dos, una arriba de otra) están hechas girones de arriba a abajo. No tiene casi tiempo de darse cuenta real de su verdadero estado físico, pues un nuevo desmayo le asecha; entonces, una vez más, extrae la única arma que lleva encima (su machetín), lo coloca hacia la cerca de Peerless USA (¿? , y cae de bruces en la tierra.
“Un sol brillante, que no quema, hace despertar a Ramonín al día siguiente. Observa detenidamente sus heridas en la pierna izquierda, sintiéndola entumida y viendo que la inflamación crece. La sangre se ha secado en sus ropas. Tiene deshilachado los pantalones; sus botas hechas un manojo de cueros retorcidos. Un dolor agudo, ¡Insoportable!, le coge desde las cintura hacia abajo. Pero, a pesar de todo, la sed lo mortifica más que todas sus dolencias juntas: son tres los días sin probar casi agua, ya que el agua de coco en sus frascos plásticos se había agriado de tal manera que hubo que tirarse.
“Examina con su algo nublada visión la naturaleza costera que le rodea: la panorámica es formidable… majestuosa, pero no puede detenerse en eso. Comprueba, asombrado, por el sitio donde hubo de escalar la cuesta la noche anterior (increíble, pero cierto): charrascos, tunas, puntiagudas rocas. Viendo también al incorporarse, hacia su derecha, el mar. La alegría y el júbilo lo embarga al pensar en la cercanía del territorio Americano. Y una vez más, al igual que en la “Triple Cerca”…piensa en Dios: “Señor, escúchame; te pido que me ayudes esta vez. Te pido que me permitas llegar. Sabes que para mí la cárcel –de nuevo- sería peor que la muerte. Recuerda que hace cuatro días hay dos madres desconsoladas, pero con fe…que lloran y rezan…no permitas que yo vuelva a fracasar…”
“Pasa el tiempo y, ¡de pronto!, se escucha el ruido de un motor que se acerca en dirección a la altitud donde él se halla. Escucha como se detiene un vehículo y una voz autoritaria comienza a llamar a personas por sus apellidos: “García…Americhe…¡vámonos! Por aquí no está el prófugo, dirijámonos nuevamente hacia el punto “A”.
“Los Fronterizos se alejan con la certeza de que el fugitivo no ha podido avanzar tanto, y regresan al punto de partida; nuevamente Ramonín se ha librado de sus perseguidores.
“Ahora lo vemos descendiendo a rastras el promontorio salvador. Nuevamente sufriendo en silencio y disciplinadamente los accidentes del terreno. Ya en las faldas de la loma encuentra un estrecho terraplén, el que cruza lo más rápido que puede. Llega hasta un pequeño bosquecillo costero y se introduce en él. En su marcha hacia el mar, la sed lo pone fuera de sí. El monte donde se encuentra está infectado de cactáceos; las espinas de esta planta son un flagelo en su avance. Recuerda, también, que el cacto tiene una pequeña fruta (Chumbo) la cual contiene gran cantidad de un líquido rojo y acuoso y corta varias vainas de Chumbos, dejando que el natural jugo ruede por su garganta ávida. Es tanta la ansiedad y desesperación con que chupa, que sus raídas ropas se tiñen de un rojo violeta. Al rato de estar mordisqueando el fruto hallado en el camino (su maná) comprobará que ha saciado grandemente la sed; pero que, además, nuevas fuerzas salidas de no se sabe dónde lo conminan a continuar hacia el mar.
“Lleno de emoción y lágrimas luchará contra las espinas de los cactos por largo tiempo. Hasta que, ¡por fin! ante sí una tranquila y despoblada playita con blanquísimas arenas que le sale al paso. El azul y descontaminado Caribe ya en el horizonte dominándolo todo; y, a la derecha, antes de llegar hasta la misma playa: una Garita. ¡La Garita USA! Una bandera de barras y numerosas estrellas pintadas en la pared de cemento; y un soldado con uniforme también verde oliva (algo parecido al uniforme del Bon Fronterizo de las FAR), le observa. Ramonín se acerca, distingue la ansiada, la soñada cerca de Peerless. El marine levanta su diestra con el M-16 en posición de alerta: sus pupilas azules se llenan de incredulidad. Ramonín avanza…camina muchos pasos –pasos de hombre herido- y llega hasta la metálica cerca de 6 pies. Cae en el suelo y solloza con fuerza y alegría. El marine le conmina a que salte. (“Gracias, Dios mío. Gracias virgencita. Gracias americanos.”) El soldado USA le hace señas para que salte… se lo dice y repite en inglés: “jump…jump”; Ramonín, en español, le pide agua. El soldado americano hace una llamada por el teléfono de campaña. En corto tiempo llega un jeep made in USA y tres marines en su interior. Ramonín –aún en territorio comunista- se incorpora y con las fuerzas que le restan, salta la cerca de Peerless…cayendo en los brazos de los marines yanquis al otro lado.
“Ramonín ya está en libertad. Luchó como un león. Su cuerpo lleno de muchas heridas…sin curar, sin cicatrizar.
“Los soldados americanos le ofrecen de beber. Un medico militar que atiende sus heridas aún junto a la cerca de Peerless, exclama algo apesadumbrado: “This person is very sick”…a lo que el herido embargado por la emoción y felicidad contesta: “No doctor; esto es Chumbo…es Chumbo lo que mancha mi pecho…no sangre”.
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