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Cuba – Miami: Las dos orillas del repentismo (Naborí + Pablo León)
Emilio Ichikawa
Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, nació el 30 de septiembre de 1922. En San Miguel del Padrón, La Habana. La prensa cubana lo ha colmado de homenajes en estos días, y continúan hoy con una breve nota del periodista José Luis Estrada en el periódico Juventud Rebelde.
Orta Ruiz obtuvo casi todos los galardones oficiales de la era revolucionaria, desde la Distinción por la Cultura Nacional (1981) hasta el Premio Nacional de Literatura (1995). Pero eso lo han logrado muchos. Lo atípico de su caso es que aún con el lastre de tan comprometedores agasajos, creció ileso su prestigio en las células repentistas, bastante conspirativas, que existían (y seguro existen) en las llanuras de Matanzas y la antigua Provincia Habana. O “Habana campo”.
En su extenso ensayo investigativo sobre la música cubana Alejo Carpentier no valora muy altamente la llamada “música campesina”. Decía que, descontando algunos virtuosos “punteadores”, poca cosa se podía salvar. Pero no recuerdo apreciaciones del erudito respecto a la calidad de los textos.
Otra cosa que se le “consentía” al Indio era su fama. Como sucede en los tablaos andaluces con los cantaores que salen en la televisión, en las canturías cubanas los guajiros miraban con recelo a los que se exhibían demasiado en programas como Palmas y Cañas. Excepto al gran Justo Vega, por supuesto. El Indio podía ir de documental en documental, de noticiero en noticiero, de condecoración en condecoración, de antología en antología… que no había problema.
A propósito de este “elitismo del margen”, fue gracioso que la prensa interpretara como un elogio la valoración que hizo Enrique Iglesias sobre Descemer Bueno, a quien más bien sepultó al considerarlo “un Gipsy King cubano”.
Como decía (pintoresco y honesto, natural) el guantanamero Manuel Prieres en un video del 7 de diciembre de 2012 que él retomaba en el contexto de los recientes debates sobre el concierto del dúo Buena Fe en Miami, a lo mejor eso de los “puentes culturales” es un empecinamiento por resistir la evidencia de una nación zanjada. Un quiebre al que también se le puede sacar partido porque si en lugar de tratar de monopolizar la unidad cada bando se empeña en destacar positivamente lo suyo, la sumatoria pudiera ser enriquecedora.
La identidad quebrada, esquizofrénica, abre posibilidades muy productivas. Por eso Aute, en lugar de devaluar la perplejidad dualista del loco y del exiliado la celebraba recordando una confesión de San Agustín: “Yo soy dos. Y estoy en cada uno de los dos por completo”.
Por eso se me ocurre que en lugar de rebajar reactivamente la estatura del Indio Naborí, se pasa a la ofensiva al asumir en positivo el elogio de los repentistas cubanos que han residido y residen en Miami. Y en eso estamos bastante bien, empatados, porque lo que hace Fernando Guardado en Cuba lo hace también Ramón Veloz de esta parte del charco.
El gran poeta repentista Pablo León honró a Miami al fijar residencia en esta ciudad. Le conocí a través del poeta Efraín Riverón y lo pude escuchar una vez. He recordado que ese día León no estaba alegre. Más bien un tanto amargo aunque no abatido, porque inquiría y jamás bajaba la guardia.
Cantó poco. Pero me dio tiempo fijar estos versos que luego, a través de un amigo, se encargó de advertir que no eran exactos:
“Como si fueran cuchillas
empujadas por el viento,
hay en todo lo que siento
un entierro de semillas.”
empujadas por el viento,
hay en todo lo que siento
un entierro de semillas.”
La foto que acompaña este apunte la hice el 28 de octubre de 2007. En Miami. Pablo León aparece sentado y junto él está su amigo y admirador Efraín Riverón.
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