Foto restaurada por el maestro Alfredo Navarro
Un día que nadaba junto a unos amigos en la inolvidable Playa de Yateritas pude divisar sobre un trampolín a una bella joven mujer que no tuve otras palabras que decirle: ¿Qué tal "Baracoesa"? Esa era una expresión muy guantanamera cuando una persona se dirigía a otra del sexo femenino con cierta sorna. Ella me respondió con un gesto de indiferencia por "mi frescura". Pensé que no la volvería a ver. Pero un día caminando por mi barrio me topé con la misma joven alta, delgada, de caminar confiado por la acera de la barriada. Fué entonces que me asalto un pensamiento: "Está será mía para siempre". Y así ha sido. Juntos en el parque Martí en los asientos delanteros frente a la Iglesia, y a un costado de La Glorieta. En los cines "Luque" y "América" donde los jovenes enamorados íbamos a estrujarnos además de ver películas. Eran tiempos de Revolución y fuí víctima de muchos bandazos. Un día fuí a trabajar en el Departamento Económico Agropecuario de fincas ya intervenidas por el Estado, y cual no sería mi sorpresa de encontrarmela a ella también de oficinista creo que siguiéndome los pasos. A partir de ahí ella era mía y la convertí en mi secretaria contra vientos y mareas. Decidimos irnos de Cuba y a "La agricultura Obligatoria" fuimos a dar ambos que era el precio a pagar por irnos del país ella y yo juntos sobre la cama de un camión, en los viveros y hasta en los cañaverales. Pero siempre juntos protegiéndonos uno del otro. Viajamos un día hacia ultramar. Llegamos a La Madre Patria: la interpretación de los sueños de cualquier criollo. Allí nos casamos. Este 14 de febrero del 2013, Día de Los Enamorados, quiero repetir los votos de nuestro eterno amor. Juntos para siempre, Sarah y yo.
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