viernes, 22 de marzo de 2013

ZOE CON EL BISTURI EN RISTRE Y SIN QUE LE TIEMBLE EL PULSO


El complejo de ser exiliado cubano

22.03.2013
06:00 AM
La mayoría de los cubanos exiliados, de los de verdad, e incluso de los honestos, ha ido adquiriendo con los años, los muchos de la dictadura, una especie de complejo o síndrome de ser exiliado, y sobre todo pena de ser cubano. A una gran cantidad de ellos les da vergüenza el ser exiliados, y también de ser cubanos anticastristas.

El complejo o síndrome no salió de la nada, sino del racismo profundo y la envidia que empezaron a perfilarse sobre todo en Estados Unidos ante los triunfos económicos y el progreso social y político de los primeros exiliados. Esa envidia y ese racismo fueron cultivados, alentados y azuzados desde el Comité Central de La Habana, y la pandemia se consiguió infiltrar y extender hasta en los círculos de la disidencia, y más allá, hasta el corazón del mismo exilio. Algunos disidentes (varios de ellos se descubrieron luego como doble agentes) empezaron a exigirle a los exiliados que se mostraran menos radicales para que ellos mismos fueran tolerados, y los exiliados, por su lado, empezaron a sentir la hoz y el martillo sobre sus cabezas cuando por ejemplo aplicaban para un trabajo en el exilio mismo y no eran recibidos, se les rechazaba, porque de alguna manera se sabía acerca ellos (nadie sabe por qué vía ni por qué razón) que eran demasiado radicales. El brazo de la dictadura es larguísimo, lo sabemos quienes lo hemos padecido directamente. Por cierto, ahora actúan dos brazos en contra de los exiliados radicales, el de la dictadura y el de los amiguetes de aquellos con los que no comulgamos.

Es la razón por la que un exiliado cubano de nueva generación no querrá nunca que lo confundan con la derecha, ni con el centro derecha, ni siquiera con el exilio más radical en contra de los Castro, y hasta es posible que tengan miedo que los confundan con un recalcitrante o como le llaman ellos, con los del exilio histórico que ha devenido exilio demasiado histérico para esas nuevas modas. No sólo se confesará demócrata, sino que andará buscando el primer Buró del Partído Comunista cercano para ir a cotizar. E igualmente habrá el que se confiese apolítico, pese a que sea un exiliado., que ahora se apodan inmigrantes económicos. La escoria es así, un día es escoria y otro día anda escorá.

Los republicanos cubanos también han caído en eso, por un lado no se ponen del lado de las mujeres golpeadas, maltratadas, y hasta asesinadas, desaprueban firmemente los abortos, y se retrancan tras las medidas y leyes más atrasadas en contra de las bodas homosexuales, y demás, y sin embargo, en cuanto al castrismo se refieren, enseguida cambian el discurso, lo aflojan, lo endulzan, lo adornan, para que el populacho que vota no los considere demasiado extremistas, y se vuelven de lo más modernos, y se dan a la tarea de cacarear que internet liberará a la isla. Cualquier cosa por caer bien y alejarse de lo que verdaderamente fueron sus padres.

Siento decirle que hagan lo que hagan, retrátense con quien se retraten, siempre serán exiliados cubanos en contra del castrismo, hasta que no se pruebe lo contrario. Por tanto, nada conseguirá, ninguna concesión de su parte hará que enfrente de ustedes no sigan existiendo los "odiadores" profesionales en contra de la libertad de Cuba, que es de lo que se trata.

Para colmo, pensar además, que una persona que viene de Cuba y que se retrata con ellos ya por fin ha definido su calvario, porque esto es un calvario y no otra cosa, tomar posición clara en relación al castrismo es un calvario, es nuevamente equivocarse. La gente que sale hoy de Cuba puede retratarse hoy con Marco Rubio y mañana con Mariela Castro, de hecho, algunos de los que ya se han retratado con Marco Rubio le están pidiendo desde hace rato a Mariela Castro sentarse a tomar un café con ella, mucho antes de que se les presentara la oportunidad de la fotico con Rubio. Oportunismo se llama eso.

Ayer, durante la inauguración del Salón del Libro de París, pude observar  tranquilamente cómo se mueven las masas alrededor de los políticos, cómo van estos tan orondos rodeados de una maquinaria dispuesta a matar si es necesario, una maquinaria negra, sombría, que se mueve de un lado a otro, como en una marea negra, amorfa y espesa; el personaje (el presidente francés en este caso), en el centro, haciendo como que saluda, apretando manos, sonriente, sin oír siquiera lo que se le dice, concentrado en no modificar ni un ápice su sonrisa impenetrable y en que no le tiemple un pelo de la pestaña de su mirada vacía, impersonal. Es todo de una teatralidad infame, todo como teñido de un espesor de tinta prieta, del mismo color del tinte que se da Hollande en el coco, que cada vez es más retinto. La política no es más que eso, adoración de la maquinaria, cada vez más perfecta en apariencia. Por eso mientras más los veo más detesto "la maquinaria infernal", y más desprecio a los que se sirven de ella para trepar de manera ególatra, y en cuya ascendencia olvidan velozmente, por supuesto, a los que dejaron abajo.

Los políticos cubanos republicanos empezaron hace rato -sin darse cuenta quizá- a adoptar el lenguaje del Comité Central, será por el lemita que habrán captado al vuelo y algo les habrá gustado, algo que no vivieron ni padecieron, el de "un solo pueblo". De los demócratas ni se diga, fueron creados por el mismísimo Comité Central, con sus variantes. Son los militantes de Coca-Cola y pan con timba.

En cuanto a los exiliados cubanos, reitero, se les ha ido agudizando poco a poco el complejo de exiliados, la vergüenza de ser cubanos, y ya no son ni lo uno ni otro, ahora quieren ser tolerados en todas partes, lo que no implicaría necesariamente ser aceptados. Se acepta lo que se comprende. Lo tolerado es lo que no ha sido aceptado, porque no se comprende, y puede que no lo sea nunca; es el limbo de los sosos o sonsos.

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