lunes, 2 de marzo de 2015

DEL PORTAL ei : "TODO HA VENIDO FRIAMENTE CALCULADO" POR LA DINASTIA ROJA

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Transición, frivolidad y glamour
marzo 2, 2015 – 13:27 pm |
Emilio Ichikawa
En un breve lapso, como quien cotiza una acción de Fuego Enterprise o CUPET, se puede pasar del sótano al penthouse. Y viceversa.
¿Quién puede ser en este momento un caso emblemático de inversión destinal, de paso de la vanguardia estética al inmovilismo o la tradición? La escritora Wendy Guerra. Mi afirmación se basa en el torpe cambio que ha hecho de la frivolidad existencial por la densidad histórica; por la trascendencia.
Cuando el tardo fidelismo insistía en insuflar una misión histórica en lo más leve y grácil de la superficialidad cubana; cuando en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana una Doctora, más por envidiosa que por clasicista, aseguraba que los libros de Guerra servían para aprender cómo no se debe escribir, Wendy se paseaba La Rampa vestida de negro en auténtico performance, dictando recetas de curry y aconsejando cómo enrollar el sushi a las otras niñas bien del Vedado, Playa y de La Habana entera.
En la penúltima noticia que tuve de ella, “Naricita Fría” escapaba junto al profesor y demócrata William Navarrete de unos secuaces de Evo Morales que les querían matar por su condición de intelectuales anticastristas. Ideales que ni la residencia de Guerra, ni los viajes de Navarrete a la isla del tirano rojo, han podido menguar.  
Sobre el libro de Guerra titulado Cabeza rapada escribí la nota “Elogio de la frivolidad”… Y ya en el umbral del desastre un breve apunte que entre otras osas decía:“… Wendy es, hoy por hoy, la escritora cubana de la transición: es la movida cubana… Wendy Guerra es la consecuencia, es la frivolidad exitosa”. Me equivoqué. Porque por algún motivo (me parece que fue la impaciencia) Guerra cedió la representatividad (un personaje) que tenía ganada de antemano.
El raulismo, como otros intentos de transitar a alguna forma de democracia, lleva un importante ingrediente “frívolo” encargado de bajar a la sociedad del pedestal moral donde el gobernante recto y severo quería encaramarla.
A diferencia del “consecuentismo”, que es esclerotizador, la “frivolidad” es vasodilatadora en la irrigación democrática porque es compatible con la paz, los pactos, los consensos y el debilitamiento de las misiones históricas.
La “frivolidad” anula escrúpulos, relaja la voluntad y flexibiliza la moral, con lo que facilita la consumación de traiciones; sin las que es imposible concretar una transición a la democracia.
Preñado con lo “frívolo”, este proceso engendra o potencia formas culturales afines como la “prensa rosa” o “prensa del corazón”. Hay quien diferencia entre ambas, pero dejémoslo ahí.
En una transición a la democracia la “prensa rosa” tiene la función de dotar de “glamour”  a la “frivolidad”. Es decir, de ofrecerla en versión positiva. El “glamour” es el elogio, consentimiento y exhibición desinhibida de lo banal.   
En el fidelismo había “frivolidad”, pero era ilegal y culpable. Sobre todo cuando la practicaban católicos y comunistas convencidos como Mons. Carlos Manuel de Céspedes y Alfredo Guevara.
Frente a esta “frivolidad púdica” del antiguo régimen, la transición restauradora desata una “frivolidad semoviente” que se convierte en descarada cuando se han alcanzado índices razonables de libertad individual.
Cuba se encuentra hoy en un momento muy interesante de este proceso: va dejando de ser lo que fue, pero no ha llegado a ser lo que será. De modo que junto al trascendentalismo histórico del fidelismo coexisten formas nuevas de superficialidad.
El Varadero de la Cuba del 2015 no llega a ser la Marbella de los ’80. Ni en Miami ni en La Habana se ha podido posicionar debidamente una “prensa rosa” porque todavía existe el complejo inercial de imponerle a la situación “frívola” un significado histórico o político. Se está a medio camino: proyectos como Cubadebate (un periódico digital contra el terrorismo) coquetea con lo “frívolo”; mientras una revista como Cubacontemporánea (el folletín de a bordo de Cubana de Aviación) coquetea con lo académico.
El Festival del Habano es otro ejemplo del centauro uterizado entre el pasado y el presente cubano. El encuentro entre Paris Hilton y Fidel Castro Díaz-Balart no pudo ser más simbólico de esa mixtura: Un físico nuclear y una fisculturista. En términos españoles, el diálogo entre la Hilton y Castro Díaz-Balart equivaldría a otro entre Isabel Pantoja (La Viuda de España y de Paquirri) y Severo Ochoa de Albornoz (Premio Nobel de Fisiología y Medicina).
Pero el Festival del Habano tuvo otros visitantes de demasiada gravedad histórica y cultural que ralentizan la necesaria (e inevitable) consagración de lo “frívolo”: un músico del peso de Leo Brouwer, y una representación de Los Cinco. Sin embargo, y quizás porque son conscientes del tiempo que viene, ningún alto dirigente cubano estuvo presente en ese evento para hedonistas.
Sin “frivolidad” no hay transición. Tampoco sin “prensa rosa”, que es la encargada de dotar de “glamour” a lo “frívolo”, convirtiéndolo en un valor social.
-FOTO: Paris Hilton y Fidel Castro Díaz-Balart. Entre ambos, es fácil de identificar por el parecido físico, una de las hijas de Vilma Espín y Raúl Castro: caribbeannews

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