Tras Fidel y Raúl, ¿Alejandro y Antonio?
Por Andrés OppenheimerColumnista del Nuevo Herald
La huelga de hambre del opositor pacífico cubano Guillermo Fariñas está atrayendo atención a nivel mundial por su desafío al régimen de los hermanos Castro. Pero lo que más me llamó la atención en una entrevista que le hice esta semana fue la modestia de sus demandas, y lo reducido de sus expectativas.
Fariñas, un psicólogo y periodista independiente de 48 años cuyo padre fue un revolucionario que combatió junto al Ché Guevara, y que él mismo fue soldado cubano en Angola, me dijo que no cree que habrá ningún cambio en Cuba mientras Fidel Castro y su hermano Raúl estén vivos.
Los cambios se iniciarán cuando asuma el poder la siguiente generación de los Castro, dijo, señalando que muy probablemente los hijos de Fidel y Raúl serán los próximos gobernantes de la isla.
Y las demandas de Fariñas para levantar su huelga de hambre --que lleva a cabo ahora desde un hospital de Santa Clara, donde lo alimentan por vía intravenosa-- no incluyen la renuncia del gobernante Raúl Castro, ni un llamado a elecciones, ni siquiera la liberación de más de 200 presos políticos encarcelados por expresar sus opiniones. ``Mis exigencias son mínimas: que por favor ponga en libertad a los 26 prisioneros de conciencia que más enfermos se encuentran, diagnosticados por los propios médicos militares, que incluso han recomendado la licencia extrapenal para que puedan recuperarse'', me dijo Fariñas.
``De esos presos políticos ninguno va a poner en peligro la estabilidad del gobierno cubano, porque están tan enfermos que tienen que dedicarse más a su salud que a hacer política'', agregó.
¿Cuál es su reacción a las afirmaciones de Raúl Castro de que el disidente Orlando Zapata, quien murió tras una huelga de hambre de 83 días el 23 de febrero, y usted mismo, son ``criminales comunes'' y ``mercenarios'' de Estados Unidos y Europa?, le pregunté.
Fariñas respondió: ``Para el gobierno de Fidel y Raúl Castro no existe un solo opositor legítimo. En su concepción, todas las personas que se oponen a Fidel y Raúl Castro son delincuentes comunes''.
En cuanto a la acusación de ``mercenarios'', Fariñas dijo que es una ``manipulación'' del régimen de Castro, destinada a desviar la atención del conflicto entre el régimen y una parte de la ciudadanía cubana, y presentarla como un conflicto entre Cuba y potencias extranjeras. ``Este es un conflicto entre cubanos'', dijo.
¿Habrá cambios en Cuba?, le pregunté.
``Mientras esté esta generación de castristas, no va a haber cambios de ningún tipo'' afirmó. ``Esta generación tiene las manos manchadas de sangre. Recuerde que para ellos ponerse en el poder con una revolución que supuestamente venía a restablecer la democracia, corrió mucha sangre. Ellos no pueden hacer cambios porque saben que tienen que rendir cuentas ante los que traicionaron''.
Según Fariñas, lo que es más probable que ocurra --``y Dios quiera que sea así'', afirmó-- es un proceso de cambios que se iniciará una vez que mueran Raúl y Fidel Castro, y sus respectivos hijos ocupen sus cargos.
``Indiscutiblemente, esto es una dinastía familiar. Están preparando al [hijo de Raúl] coronel del ministerio del Interior Alejandro Castro Espín y al [hijo de Fidel] doctor Antonio Castro Soto del Valle para asumir el poder'', dijo Fariñas. ``Ninguno de ellos tiene las manos manchadas de sangre. Entonces, podrían
tratar de hacer algunos cambios''.
Dijo que ambos aparecen regularmente junto a Raúl en los actos oficiales, ``hablándole al oído''. Agrego que ``los ministros ya no se reúnen con Raúl. Se reúnen con Alejandro o con Antonio. Ellos son una especie de secretarios ejecutivos en este momento''.
El próximo Congreso del Partido Comunista probablemente los promueva a ambos a cargos importantes, y Alejandro --que ya es coronel-- podría convertirse mucho antes en general con una simple firma de su padre, agregó.
Mi opinión: La fuerza del mensaje de Fariñas --y el de las Damas de Blanco, que marchan regularmente en La Habana para reclamar la liberación de sus familiares-- no deriva de sus elevados ideales, sino de la modestia de sus demandas, y su énfasis en que nada de lo que están pidiendo supone una amenaza para el régimen.
El mensaje de estos opositores pacíficos desenmascara la verdadera esencia del gobierno de los hermanos Castro: una dictadura militar tan insegura de su legitimidad que no sólo prohíbe elecciones libres, sino que ni siquiera permite que unos pocos prisioneros políticos agonizantes puedan irse a sus casas.
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