14) Con el propósito de la destrucción sin piedad, el revolucionario puede, y con frecuencia debe, vivir una vida normal en sociedad, simulando ser lo que no es. El revolucionario tiene que penetrarlo todo, en todas las clases sociales.
15) Esa sociedad inmunda debe ser dividida en varias categorías. La primera está formada por los que sin demora están condenados a muerte.
16) En la preparación de esa lista, y la que después sigue, el revolucionario no debe guiarse por la maldad de la persona, ni por el odio que se le tenga. La maldad y el odio pueden en parte y de manera temporal ser útiles para excitar la revolución popular. Uno debe guiarse por la cantidad de beneficios que le traiga a la causa revolucionaria su muerte. De esta manera uno debe destruir primero a los que dañan la causa, y cuya muerte inmediata y violenta puede generar miedo en el gobierno que así queda privado de una figura enérgica e inteligente.
17) La segunda categoría debe incluir a aquellos individuos a los que se les concede vivir de manera provisional a fin de que con sus actos monstruosos empujen al pueblo a una rebelión.
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