MIAMI: Un carnaval polémico
Emilio Ichikawa
Ayer se realizó, a lo largo de la Calle 8, el Carnaval de Miami; que se considera, no sé si con exactitud aunque con cierta razón, la fiesta latina más grande de los EEUU. No es una reunión solo “cubana”, aunque los cubanos son, a la vez, participantes destacados, gestores históricos y administradores del evento. Lo consiguen a través de los Kiwanis, una organización estratificada desde lo local a lo global.
Las cadenas televisivas mostraron un ambiente de alegría, más bien de contentura; y en sus imágenes se podían precisar gozadores de kubishe procedencia: unos bailaban, otros cantaban, o bromeaban, los empresarios atendían sus negocios o la luchaban rentando sus jardines como parqueo. La presencia de música y banderas cubanas fue por escenas predominante.
Como sabe todo el mundo, este hecho (el carnaval, que Celia advirtió que era algo así como “la vida misma”) corrió ayer paralelamente a otros de carácter más solemne y luctuoso en nuestra historia reciente. La rumba y la tumba; la muerte y la suerte; el dolor y el sabor… Al percibirse como contradictorios, se sienten como excluyentes y se juzgan como inmorales. Lo que a su vez ha desatado ejercicios de exorcismo ético: “Había que ir al carnaval y predicar allí mismo la causa cubana”, “Había que suspender el carnaval”, “Había que montar una rueda de casino en la 8 por la libertad de la patria”, “Debíamos haber permanecido en los locales patrióticos de la calle 8″, “No debíamos haber ido”, etc. Y mucho más…
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